¿Por qué se intensificó el conflicto libio y quiénes están involucrados?
En los últimos meses los enfrentamientos se han incrementado en Libia, donde confluyen milicias armadas, compañías privadas de seguridad rusas y el Ejército libio.
BOGOTÁ
Por: Juan Felipe Vélez Rojas
En las últimas semanas, Libia ha llamado la atención a nivel internacional. Pese a la extensa guerra que la ha afectado por casi 10 años, la nación africana se convirtió en miembro del Consejo Económico y Social de la ONU.
Así mismo, la nación ha venido retomando su rol activo como productora de petróleo crudo, al poner en funcionamiento el campo petrolífero El-Sharara, el más grande del país, que puede producir más de 300.000 barriles de petróleo crudo por día, aproximadamente un tercio de la producción total mundial.
Dada su importancia geográfica, que actúa como un enlace entre el Mediterráneo europeo y el Sahara africano, sumado a sus enormes reservas de petróleo, la estabilidad de Libia se ha convertido en un tema central en las agendas políticas de varias potencias internacionales, que buscan finalizar el conflicto entre las dos partes beligerantes: el Gobierno libio, ubicado en Trípoli y que goza de reconocimiento internacional, y las fuerzas lideradas por el general golpista Jalifa Haftar.
Con base en ello, los Gobiernos de EEUU y Turquía acordaron trabajar juntos para asegurar la estabilidad de la región y el futuro de Libia.
El conflicto
Según Manuel Alejandro Rayran, profesor de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, para entender lo que está pasando en Libia hay que remontarse al 2011, cuando se dieron una serie de manifestaciones populares en los países árabes.
Ese año el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1973 con la cual aplicó la doctrina de La Responsabilidad de Proteger, que autorizó la intervención militar por parte de la comunidad internacional contra el entonces líder del país Muamar el Gadafi. La operación bélica generó una guerra civil cuyos efectos aún son visibles.
Tras el derrocamiento y posterior muerte de Gadafi, se celebraron en 2012 unas elecciones con las que se creó el Congreso General de la Nación (CGN), organismo que nunca llegó a tener una posición fuerte debido a la llegada de grupos extremistas, que iniciaron una disputa por el poder, explica Rayran.
Dos años después, Haftar lanzó la exitosa Operación Dignidad para expulsar a los grupos extremistas. Tras la victoria fue elegido líder militar de la Cámara de Representantes de Libia, el reemplazo del CGN.
El general golpista libio se autoproclamó como un oponente de los grupos extremistas y un socio de la seguridad, acción que lo llevó a ganar el respaldo de algunas potencias internacionales como Francia.
Sus triunfos y creciente respaldo internacional impulsaron a Haftar a desconocer al Gobierno libio, establecido por la ONU, bajo el control del primer ministro, Fayez al Sarraj.
Potencias extranjeras
Mientras las fuerzas de Haftar, ubicadas en el este del país, cuentan con el apoyo de Rusia, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Egipto, Jordania, Arabia Saudita e incluso Francia, el Gobierno libio es reconocido por la ONU y países como Italia, Turquía y Catar.
Sin lugar a dudas Rusia ha jugado un papel central en el conflicto libio. En un principio la ayuda de Moscú se centró en otorgar equipamiento militar como misiles antitanques y artillería guiada por láser a las fuerzas del este de Libia, pero esta cambió tras la ofensiva de Haftar sobre Trípoli en abril de 2019.
Por medio de Wagner Group, una compañía militar privada (CMP), el Kremlin ha movido sus fichas de forma indirecta, sin involucrar al Estado, para conservar sus intereses en la nación africana.
Según información revelada por el Mando África de Estados Unidos (Africom) unos 2.000 contratistas privados del grupo Wagner luchan a favor de Haftar.
La CMP rusa es conocida a nivel mundial por su intervención en el conflicto ucraniano y sirio. Varios de sus integrantes fueron entrenados por antiguos Spetsnaz (unidades de operaciones especiales rusas).
Para Felipe Medina Gutiérrez, docente de estudios del Medio Oriente en el Externado, Rusia está en un momento donde considera positivo profundizar una expansión de sus intereses políticos y económicos en el Norte de África y Oriente Medio, esto gracias a su experiencia en Siria.
En la nación de Oriente Próximo, Rusia desplegó su arsenal militar y económico para respaldar a Bashar al Assad, el líder sirio quien ha sido un socio vital de Moscú en la región. Gracias a su intervención, el líder del régimen no solo logró recuperar gran parte del terreno que había perdido ante la fuerzas opositoras sino mantenerse en el poder.
“Sin embargo, su apoyo a Haftar ha tenido idas y venidas, Rusia ha pedido en varias ocasiones a Haftar detener sus avances y no está de acuerdo del todo con sus políticas”, resalta Gutiérrez.
De igual manera, la ofensiva del general golpista también impulsó el apoyo de Turquía hacia el Gobierno libio. El 27 de noviembre de 2019, Ankara y Trípoli firmaron dos pactos separados, uno sobre cooperación militar y el otro sobre las fronteras marítimas de ambos países en el Mediterráneo oriental.
Con su apoyo a Sarraj, el Gobierno turco se puso del lado opuesto a Moscú una vez más, situación que según Rayran sirvió para trasladar la confrontación indirecta que ambos Estados tienen en Siria a Libia, amplificando el conflicto libio.
“Rusia busca en Libia seguir consolidándose como una potencia clave en la resolución de los conflictos en esa zona (…) Turquía busca proyectarse como una fuerza internacional. Hay una confrontación de influencias en la región”, resalta el experto.
De acuerdo con la solicitud de su Gobierno legítimo libio y las resoluciones de las Naciones Unidas, Turquía extendió su apoyo al Gobierno de Sarraj para luchar contra los grupos terroristas en la región, enfrentar los intentos golpistas de Haftar e impulsar la economía e infraestructura del país, que se han visto fuertemente afectadas por los casi 10 años de guerra.
Otros actores importantes en el conflicto son Egipto y los Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Según un informe de la ONU, los EAU y Egipto han dado constantemente apoyo a Haftar desde 2014. Los dos países han introducido en Libia de contrabando aviones no tripulados, vehículos blindados de transporte de tropas y sofisticados sistemas de misiles.
Ferhat Polat, escritor e investigador del Centro de Investigación Mundial de la TRT, sostiene que el enfoque de El Cairo hacia Libia está impulsado por numerosos intereses, que van desde cuestiones de seguridad y consideraciones comerciales hasta ambiciones ideológicas.
Desde el punto de vista económico, Egipto dependía en gran medida de la economía libia antes de la revolución de 2011, esto gracias a los USD 33 millones que los egipcios que trabajaban en Libia enviaban a su país cada año, señala el experto, quien resalta que Libia era una fuente fiable de petróleo barato para El Cairo.
"La relación entre Egipto y Haftar no está determinada únicamente por las prioridades de seguridad y el suministro de armas, sino que forma parte de un verdadero proyecto político destinado a eliminar el Islam político. La visión de El-Sisi de Haftar como un baluarte contra la democracia es en parte responsable de su continuo apoyo", explica Polat en otro artículo para la Agencia Anadolu.
Así mismo, la guerra en Libia evidenció las fracturas dentro de la Unión Europea. Pese a que el bloque mostró su respaldo al Gobierno libio, esto con base en el reconocimiento de la ONU, los estados miembros no han logrado ponerse de acuerdo. Por un lado, Francia y Grecia apoyan a las fuerzas de Haftar mientras que Italia y Alemania respaldan al Gobierno en Trípoli, explica Rayran.
“Grecia se opone al acuerdo que el GNA hizo con Turquía de modificar las zonas exclusivas de explotación. Este rediseño le permite a Turquía explorar petróleo en la frontera marítima con Grecia, razón por la que Atenas no apoya al GNA sino a Haftar (…) Francia tiene intereses en Libia por la empresa petrolera Total, cuya seguridad es garantizada por Haftar”, señala el experto.
Por su parte, Roma y Berlín buscan frenar la guerra porque de esta forma detienen la migración que genera costos económicos y políticos para ambos Estados, y ven en las fuerzas de Sarraj la mejor opción para ello.
Sobre el papel de Estados Unidos, ambos expertos coinciden en que su política hacia este país no ha sido del todo clara. Por un lado, la administración del presidente Donald Trump ve en Haftar un aliado en la lucha contra Daesh en Libia, pero al mismo tiempo mantiene contactos con el Gobierno libio.
Sin embargo, para Felipe Medina Gutiérrez no es descabellado pensar que los países que apoyan a Haftar lleguen a cambiar su lógica de alianzas con base en las recientes derrotas del general golpista en Trípoli y no cree que el golpista sea un actor irremplazable.
“Esto sucede con frecuencia en la región. La Liga Árabe recientemente, mediante su secretario general, anunció que el Gobierno de Acuerdo Nacional es la autoridad legítima en Libia”, resalta el experto, quien reitera la importancia de tratar de comprender y analizar el conflicto libio más allá de la lucha de dos partes o bandos.
“Las diferentes milicias (thuwar) y sus alianzas fluctúan, también son importantes las tribus y las distintas fuerzas políticas del país. De igual manera, en muchas ocasiones los intereses de la sociedad civil libia no coinciden con los actores políticos, esto sumado a los intereses de varias naciones regionales e internacionales sobre el país africano”, resalta Medina.
Para ambos, la solución al conflicto debe ser política, y para ello se deben detener todas las hostilidades y poner fin a los enfrentamientos.
"Se debe conformar un nuevo Gobierno general en Libia donde participen todos los actores políticos. Así mismo, se debe atender la grave situación humanitaria y de derechos humanos (esclavitud en pleno siglo XXI). Parece fácil desde aquí pero es crucial defender la autodeterminación del pueblo libio y la recuperación de una estructura estatal destruida desde 2011", explica Medina.
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