El día en que las Fuerzas Militares birmanas perdieron el respaldo de la sociedad
Las sangrientas acciones del Tatmadaw, las Fuerzas Armadas birmanas, contra los manifestantes ha llevado a que los más de 54 millones de habitantes de Myanmar repudien a la que una vez fue una fuerza que inspiró orgullo.

LONDRES
Por: Maung Zarni
En medio de la masacre ampliamente denunciada y fuertemente condenada de más de 100 manifestantes y civiles desarmados en Myanmar el sábado 27 de marzo, sucedió algo sin precedentes en la historia del país: el Tatmadaw (Fuerzas Armadas birmanas) murió como institución nacional.
De hecho, murió en los corazones y las mentes de la abrumadora mayoría de 54 millones de habitantes de Myanmar, como se evidencia en los comentarios de las redes sociales; los informes de noticias en birmano, los informes de noticias internacionales, las entrevistas con ciudadanos comunes y las múltiples organizaciones de resistencia armada.
A nivel internacional, en una declaración pública poco usual, los jefes de los servicios de defensa de 12 países democráticos, incluidos Japón y la República de Corea, condenaron enérgicamente al Ejército de Myanmar por el asesinato masivo y sin sentido de civiles a quienes los Ejércitos nacionales han jurado proteger.
En una medida diferente, los jefes de las fuerzas de defensa de Malasia, Indonesia y Singapur reiteraron la importancia de la declaración conjunta de los 12 jefes de seguridad e indicaron que "como jefes de defensa, condenamos el uso de fuerza letal contra personas desarmadas por parte de las Fuerzas Armadas de Myanmar y servicios de seguridad asociados".
"Un Ejército profesional sigue las normas internacionales de conducta y es responsable de proteger, no de dañar, a las personas a las que sirve. Instamos a las Fuerzas Armadas de Myanmar a que cesen la violencia y trabajen para restaurar el respeto y la credibilidad con el pueblo de Myanmar que ha perdido con sus acciones", destacó el comunicado de las tres naciones asiáticas.
De esta forma, es irrisorio leer los informes de Min Aung Hlaing, líder de facto del país, quien aseguró durante el desfile anual del Día de las Fuerzas Armadas (27 de marzo) que sus fuerzas estaban protegiendo a la gente, mientras en diferentes partes del país sus soldados mataban con total impunidad no solo manifestantes sino a niños, mujeres y académicos.
Ver también: ¿Podrá el levantamiento popular volver a instaurar la democracia en Myanmar?
La lucha antifascista continúa
El 27 de marzo de 1945, el comandante fundador del Ejército, el mayor general Aung San, pronunció un breve discurso antifascista a una pequeña banda del Ejército de Defensa de Birmania (BDA) en la Pagoda Shwedagon (complejo religioso), la más famosa de Rangún y se unió a las Fuerzas Aliadas en la lucha contra las fuerzas fascistas de Japón en Myanmar y en todo el sudeste asiático y el Pacífico.
Pero ese histórico día fue apropiado por la dictadura militar unipartidista del general Ne Win, que lo transformó en el Día de las Fuerzas Armadas y retocó, de paso, la contribución de otros actores como los comunistas birmanos, socialistas y liberales occidentales quienes ayudaron a formar una amplia resistencia contra el enemigo fascista japonés.
En un giro significativo de ironía, esta historia de resistencia antifascista se repitió el sábado en las calles de Myanmar y en las redes sociales donde usuarios de Twitter usaron la etiqueta #AntiFascistRevolution2021 (revolución antifascista 2021) para rebelarse contra las Fuerzas Armadas de Myanmar, que alguna vez fueron una fuente de orgullo y un arma popular contra los ocupantes fascistas japoneses y británicos.
La imagen más irritante que circuló ampliamente en las redes sociales fue una donde aparecía Min Aung Hlaing con esmoquin blanco y organizando una cena, mientras toda la sociedad birmana se tambaleaba por el profundo dolor y la rabia generados por el asesinato de 114 ciudadanos, la más joven, una niña de tan solo siete años.
Rusia y China, los socios 'dudosos' de la junta golpista
Después del desfile diurno en el que se exhibieron equipos militares de fabricación rusa y china, como tanques, aviones de combate y misiles, el jefe militar organizó una lujosa velada a la que asistieron solo ocho delegaciones militares y diplomáticas, todos vecinos inmediatos como Bangladés, India, Pakistán, Laos, Tailandia, Vietnam, China e India.
También asistió el viceministro de Defensa ruso, quien voló desde Moscú para recibir altos honores y una espada ceremonial del jefe fascista Min Aung Hlaing. Los dos fueron registrados por la televisión birmana mientras observaban las improvisadas armas (botellas de CocaCola llenas de gasolina y trozos de algodón como "mechas" y palos) que algunos de los manifestantes usaban para luchar contra divisiones de infantería bien entrenadas, armadas y desplegadas.
Si bien China es el patrocinador político y protector más importante de las Fuerzas Armadas de Myanmar en los foros internacionales, en el Consejo de Seguridad, Rusia, Pakistán y la India han desempeñado un papel vital como entrenadores de oficiales militares birmanos en diversas ciencias militares, incluida la ingeniería de armas, inteligencia, etc.
El Ministerio de Defensa de Myanmar ha establecido contratos con su homólogo ruso en Moscú para proporcionar a los jóvenes oficiales birmanos entrenamiento militar avanzado en Rusia, mientras que las academias militares de Myanmar establecieron departamentos de idioma ruso con decenas de instructores rusos.
De hecho, el régimen golpista de Myanmar confía, con buenas razones, en el apoyo incondicional de los vecinos inmediatos de Myanmar, todos ellos regímenes autoritarios y/o autocráticos controlados por militares, y de potencias mundiales como Rusia y China.
Pese a las condenas de todo el mundo contra la junta militar, estos actores externos 'dudosos' enviaron a sus representantes para prestar al régimen asesino, cada vez más aislado en Naipyidó, apoyo político y diplomático, reconocimiento y respaldo.
Por lo tanto, no es de extrañar que el adjunto de Min Aung Hlaing, el "general adjunto" Soe Win, simplemente ignorara la advertencia de la ONU y que fue entregada por la enviada especial del organismo, Christine Schraner Burgener, cuando habló con él por teléfono el 15 de febrero.
Sin ninguna amenaza concreta de rendición de cuentas por los crímenes de lesa humanidad cometidos por los militares de Myanmar, las condenas escritas sonaban huecas sin acciones efectivas, que son inconcebibles debido al veto de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Lamentable pero no inesperadamente, la comunidad internacional - específicamente el Consejo de Seguridad, bloques regionales como la Asociación del Sudeste Asiático (Asean), o las potencias globales pro derechos humanos - no han podido idear el tipo de intervención coordinada, incluso militarmente para acabar con la fuerza que ha aterrorizado a su ciudadanía día y noche durante las últimas nueve semanas consecutivas.
La unión de fuerzas armadas contra la junta militar
Un lado positivo, si es que lo hay, ha sido que varias organizaciones étnicas armadas de Myanmar, como el Consejo de Restauración del Estado de Shan / Ejército del Estado de Shan - Sur (RCSS) y el Ejército de Arakan, hablaron abiertamente de unir fuerzas para atacar al enemigo común, a saber, el antiguo Ejército de Myanmar, las Fuerzas Armadas Nacionales.
El general Yawd Serk, líder shan y presidente de la RCSS, capturó el sentimiento público predominante cuando dijo a la agencia de noticias Reuters: "Tenemos que unirnos y herir a quienes están lastimando a la gente".
El Ejército de Liberación Nacional de Karen, el movimiento armado étnico más antiguo (extraído del grupo minoritario Karen que lanzó su revolución armada contra el Estado central pocos meses después de la independencia del país de Gran Bretaña en 1948), capturó un bastión militar de las tropas de Myanmar al matar a una docena de soldados y tomar como prisioneros a 15 más.
Este martes 30 de marzo, la junta lanzó ataques aéreos contra las aldeas Karen a lo largo de las fronteras entre Tailandia y Myanmar en represalia por su humillante derrota mientras el líder del golpe, Min Aung Hlaing, pronunciaba su auto laudatorio discurso en el desfile anual ante los miles de soldados en Naipyidó.
Dados los actos de asesinato en masa, incluso contra su propia población étnica mayoritaria Bama y la población budista, es simplemente inconcebible que estos hombres en uniforme "restablezcan el respeto y la credibilidad con el pueblo de Myanmar que ha perdido a través de sus acciones".
Los birmanos y prácticamente todas las comunidades de minorías étnicas hablan ahora al unísono cuando dicen en voz alta e inequívoca que la fuerza de defensa nacional central se ha transformado en nada más que un cruce entre la mafia y un ocupante de tipo fascista.
Como la señal más clara de la inminente guerra civil total, los jóvenes manifestantes, conocidos como 'Generación Z', después de nueve semanas de desafío sostenido, concluyeron que sus protestas pacíficas frente a un ocupante tan inhumano pero bien armado no van a lograr lo que el país necesita y ahora claman por una democracia federal en una sociedad inclusiva.
Bajo su nuevo lema de convocatoria “Sin Ejército Federal, Sin Democracia Federal”, cientos de ellos ya están recibiendo entrenamiento militar bajo el patrocinio de diferentes organizaciones étnicas armadas y preparándose para lo que todos conocen como la inevitable guerra de guerrillas urbana.
Su llamado a la fundación del Ejército Federal ha recibido el apoyo de la sociedad en general e igualmente importante los grupos de resistencia armada existentes en todo el país, que controlan vastos territorios, particularmente en las fronteras birmanas.
El Ejército de Myanmar ha basado tradicionalmente su estrategia de defensa nacional en la doctrina de la Defensa del Pueblo (de apoyo / patriótico). Pero su manejo terrorista de las protestas a favor de la democracia durante los últimos dos meses ha vuelto irreparablemente a todo el país en su contra.
Lo más importante en la mente del público birmano es luchar, derrotar y desmantelar el Tatmadaw.
Oportunamente, muchos birmanos reclamaron el 27 de marzo como el Día de la Resistencia Antifascista y se burlaron del desfile militar del sábado en Naipyidó como Tatmadaw Athuba o el funeral de la que alguna vez fue la fuerza de defensa nacionalista de Myanmar.
*El autor es coordinador de la Free Rohinyá Coalition, una organización con sede en Reino Unido. Además, es secretario general de las Fuerzas de Renovación del Sudeste Asiático y miembro del Centro de Documentación sobre Genocidio en Camboya.
**Juan Felipe Vélez Rojas contribuyó con la redacción de esta nota.
Las opiniones expresadas en este artículo pertenecen al autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.