El inquietante perfil demográfico impuesto por Israel en Jerusalén tiene costos de seguridad
Las herramientas políticas, demográficas y económicas que utilizan las autoridades israelíes para reprimir el carácter de la ciudad y crear un equilibrio demográfico a favor de ellos es uno de los desafíos más importantes para la seguridad.

Ankara
Por: Iftikhar Gilani
Si bien el reciente bombardeo a Gaza por parte de Israel pudo haber desviado el punto de atención al desalojo de familias palestinas de Jerusalén, su intento de diseñar cambios demográficos y de controlar la mezquita de Al-Aqsa en la ciudad santa no lo han hecho, y han demostrado estar cargados de consecuencias mucho mayores para la seguridad de la región.
El detonante de las crisis actuales comenzó con el desalojo de familias palestinas de Sheikh Jarrah, un vecindario predominantemente palestino en Jerusalén Este, dos kilómetros al norte de la ciudad vieja, en la carretera al Monte al-Masharif.
El desalojo se convirtió en protestas y luego la Policía israelí asaltó y golpeó a las personas que se habían reunido para rezar dentro de la mezquita de Al-Aqsa en la noche del 10 de mayo, en el Laylat al-Qadr (también llamada Noche del Destino, la noche sagrada en la que se abren las puertas del cielo, se aceptan oraciones y arrepentimientos).
Al final de la guerra de los seis días de 1967, cuando Israel tomó el control de Jerusalén Este, había acordado mantener un estatus quo en el complejo de Al-Aqsa, que incluía el Qubbat as-Sakhra (Cúpula de la Roca) y la cúpula plateada de la misma mezquita.
A los judíos se les permitió acceder al muro de Al-Buraq (Muro de las Lamentaciones) en el lado occidental de la mezquita de Al-Aqsa para mantener la tranquilidad. Pero a lo largo de los años, Israel, bajo un plan, no solo ha desalojado a los musulmanes de la ciudad, sino que ha estado dificultando cada vez más su acceso a la mezquita.
Ver también: La estrategia de Israel para desplazar a los musulmanes de Jerusalén
Los números muestran que la población de colonos israelíes en Jerusalén está creciendo a un ritmo más rápido que la población de Israel.
Según la Oficina Central de Estadísticas de Israel, la población total de Jerusalén se registró en 882.700 en 2016, que comprende 536.600 judíos, 319.800 musulmanes, 15.800 cristianos y 10.300 no clasificados.
Hasta principios del siglo XX, los musulmanes tenían mayoría en la ciudad. Según los registros tributarios otomanos, registrados por los autores Amnon Cohen y Bernard Lewis en su libro Población e ingresos en las ciudades de Palestina en el siglo XVI, la población judía en 1553 era de 1.958, los musulmanes 12.154 y los cristianos 1.956 en una población total de 16.068.
En 1832, los autores Michal Oren-Nordheim y Ruth Kark, en su libro Jerusalem and Its Environs: Quarters, Neighborhoods, Villages, registraron que la ciudad tenía 4.000 judíos, 13.000 musulmanes y 3.560 cristianos.
Según las investigaciones y estadísticas árabes jordanas, el número de judíos llegó a 10.000 en 1918, mientras que los musulmanes rondaban los 30.000.
Un censo realizado por los británicos cinco años después de la Declaración Balfour, de 1917, reveló una historia diferente. El número de judíos había aumentado a 33.971 en 1922, mientras que los musulmanes permanecían en 13.413. El número de cristianos fue de 14.669. La población total de la ciudad se registró en 62.578.
En 1944, los investigadores Manashe Harrel y Ori Stendel registraron la población judía en 97.000, los musulmanes en 30.600 y los cristianos en 29.400. Poco después de la guerra de 1967, estos autores situaron la población judía en 195.700, los musulmanes en 54.963 y los cristianos en 12.646. La población total de la ciudad en el momento de la guerra de los seis días era de 263.307.
Leyes discriminatorias
A lo largo de los años, Israel ha promulgado leyes discriminatorias con un plan concertado para desalojar a los musulmanes de la ciudad. Según la ley, si una mujer musulmana se casa fuera de la ciudad, pierde el derecho a vivir y poseer propiedades en la ciudad. Esta ley va contra todos los principios de igualdad de género y justicia.
Hace unos años, durante mi visita a la ciudad de Jerusalén, una casa de dos pisos de una familia árabe en la ciudad vieja fue ocupada en su ausencia. La familia había ido a asistir al matrimonio de un familiar fuera de la ciudad. Cuando regresaron después de una semana, encontraron la puerta abierta, sus pertenencias en el camino y una familia judía viviendo adentro. Les dijeron que las autoridades, en su ausencia, habían asignado la casa a una familia judía porque la encontraron "abandonada y cerrada". Tales incidentes se repiten con bastante frecuencia en la ciudad santa.
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Una historia similar se repitió en Sheikh Jarrah, un barrio árabe comparativamente próspero conocido por sus restaurantes árabes y marroquíes. La localidad que lleva el nombre de un médico del siglo XII cuya tumba se encuentra en el vecindario también alberga un palacio otomano, que ahora se ha convertido en un hotel.
En 1956, Jordania, que era la autoridad gobernante en Jerusalén Este, había trasladado a 28 familias palestinas, desplazadas en 1948, a nuevos hogares construidos por la agencia de refugiados de la ONU. Se les concedió la posesión de las propiedades en un plazo de tres años a cambio de la renuncia a su condición de refugiados.
Pero en 1972, grupos de colonos afirmaron que la tierra era propiedad de judíos. Sobre esa base, se les dio respaldo legal para cobrar el alquiler a las familias palestinas. Desde 2002, decenas de palestinos han sido desalojados del barrio; y desde principios de 2020, los tribunales israelíes han ordenado el desalojo de 13 familias más.
Las herramientas políticas, demográficas y económicas combinadas que utilizan las autoridades israelíes para reprimir el carácter de Jerusalén y crear un equilibrio demográfico a favor de los judíos ha sido uno de los desafíos más formidables para la seguridad de la región.
Residentes bajo presión
Luay Shabbaneh, el jefe de la Oficina Central Palestina de Estadísticas en Ramala, ha dicho que a la Autoridad Palestina se le ha prohibido brindar servicios en la ciudad a lo largo de los años. Por otro lado, los servicios ofrecidos por funcionarios israelíes no se han distribuido por igual entre los residentes de la ciudad.
“Estas disparidades colocan a los residentes bajo una presión continua para dejar la ciudad y escapar de las prohibiciones de construcción y los altos costos de obtener un permiso de construcción que varía entre USD 25.000-30.000, un alto costo para los palestinos”, destacó el experto.
Según un estudio realizado por Meir Margalit, exconcejal de Jerusalén, el costo de una licencia de construcción en áreas palestinas para un apartamento de 200 metros cuadrados es de casi USD 100.000, una tarifa exorbitante. Esta tarifa no incluye las adicionales requeridas para conectar la propiedad al alcantarillado o para pagar a los abogados. Esta táctica de hacer que el costo de obtener una licencia de construcción sea mayor que el costo de construcción tiene como objetivo obligar a la población árabe a mudarse de la ciudad.
Pero no solo ha sido la ingeniería de los cambios demográficos, las autoridades israelíes también han dificultado cada vez más el acceso a la mezquita de Al-Aqsa para los palestinos, negando el derecho a la oración y la peregrinación.
Si bien los turistas pueden visitar Al-Aqsa, Israel no permite que los palestinos, que viven a pocos kilómetros de Cisjordania, visiten el lugar sagrado. Los residentes de Belén, una ciudad palestina a solo 10 kilómetros al sur de Jerusalén, pueden ver la cúpula plateada de la Mezquita de Al-Aqsa y el Qubbat as-Sakhra dorado que se eleva desde la ciudad, pero no pueden viajar a Jerusalén.
Un maestro de una escuela administrada por la ONU en la ciudad me dijo que había visitado la ciudad hace unos 14 años y ofreció oraciones en el lugar sagrado. Desde entonces, solo ha podido ver las cúpulas desde la distancia.
Israel no solo les niega el derecho a rezar y visitar santuarios de Jerusalén y otras partes de Cisjordania, sino que también ha construido carreteras y autopistas separadas para que los palestinos viajen al Mar Muerto y otras áreas, la peor forma de segregación racial.
Israel no solo está practicando el apartheid, sino que también ha diseñado una limpieza étnica para desalojar a los árabes de la región.
Para llevarlo a una conclusión lógica, los líderes y el pueblo palestino necesitan firmeza y fortalecerlo haciendo cada vez más aliados en el frente nacional e internacional. Incluso para promulgar un acuerdo sobre la mesa, es necesario ser política y moralmente fuerte. Estas son lecciones enseñadas por la historia durante siglos y no se ha demostrado que estén equivocadas.
* Las opiniones expresadas en este artículo son del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.
**Juan Felipe Vélez Rojas contribuyó con la redacción de esta nota.