Por Dr. Farid Hafez

*Politólogo y becario de investigación senior en The Bridge Initiative de Georgetown University.

Si bien la mayoría de los partidos políticos de extrema derecha aún se encuentran en la oposición, algunos han ganado una gran influencia al convertirse en partidos gobernantes, como lo indican los casos austríaco, búlgaro y finlandés. Más que eso, la política de la extrema derecha recibe una amplia apreciación, incluso entre los partidos de centro derecha y centro izquierda.

Un ejemplo reciente de esto es el Partido Fidesz de Hungría, que pertenece al Partido Popular Europeo que representa a la centroderecha democrática cristiana, del que también forma parte la Unión Demócrata Cristiana de Ángela Merkel.

Uno de los ejemplos recientes de la transversalización de la política racista de extrema derecha es su movimiento reciente en Austria para imponer una prohibición del hijab a las alumnas musulmanas, comenzando desde el jardín de infantes hasta el final de la escuela primaria. Obviamente, esto no es un problema, ya que normalmente las chicas musulmanas a esa edad no usan el hijab.

Pero mientras la oposición socialdemócrata criticaba que esta política no sería suficiente y que era necesario un paquete de integración, muchos socialdemócratas incluso expresaron que era necesario ampliar esta prohibición para incluir a las jóvenes de 14 años en lugar de criticar este movimiento del gobierno como un juego populista. Poco después, los funcionarios alemanes de los Demócratas Cristianos también comenzaron a discutir esta propuesta hecha por el gobierno austriaco.

En la línea del estilo de vida posmoderno, el gobierno austríaco intenta vender esta regulación sobre el cuerpo femenino joven musulmán como una "ley de protección infantil", alegando proteger a las niñas del "Islam político". Esto nos recuerda las líneas de Spivak, en las que describió la práctica colonial de "hombres blancos salvando mujeres morenas de hombres morenos". Este lema insinúa que las autoridades musulmanas masculinas usan la fuerza y ​​la violencia, mientras que el objetivo principal de esta forma de patriarcado blanco sigue siendo la mujer musulmana.

Cuando el ministro de Educación austríaco argumenta que esta medida reciente fue un "acto simbólico" para proteger la cultura de su país, refleja una visión global desencadenada por una crisis de supremacía blanca. Parece que es la necesidad de preservar esa supremacía en las sociedades occidentales lo que introduce estas regulaciones que apuntan a homogenizar una sociedad diversa.

El canciller Sebastian Kurz, el primer y único canciller que alguna vez tuvo una cruz en su oficina, argumentó que "nuestro objetivo es enfrentar cualquier desarrollo de sociedades paralelas en Austria". "Sociedades paralelas" es básicamente lo que significa la quinta columna en el discurso político de Estados Unidos.

Aunque los musulmanes no forman parte de la élite en la mayoría de los Estados-Nación europeos, sino que hacen parte de su marginalidad, esto refleja los temores de esa élite gobernante de asegurar su privilegio blanco. Este fue también el motivo más importante en Austria a principios del año pasado para prohibir de facto el velo para las mujeres policías, abogadas y juezas.

La razón por la cual no se implementaron estas reglamentaciones, digamos, hace 40 años, era que las mujeres musulmanas en esos años ingresaban a las instalaciones del Ministerio de Justicia solo para trapear los pisos, mientras que hoy sus hijas quieren ingresar a tales edificios como expertas legales.

En consecuencia, estas iniciativas políticas hablan un lenguaje inequívoco: la igualdad ya no incluye a todos los ciudadanos. Esto nos recuerda las versiones anteriores de las democracias, donde el ciudadano era un hombre blanco aristocrático, excluyendo a las mujeres, los esclavos y muchos otros.

Ser testigos del abandono del principio de igualdad como base de una democracia que debería garantizar el mismo trato para todos sus ciudadanos, no solo de facto sino también de jure, significa que estamos asistiendo a un orden político reemergente.

Aun así, en muchos países europeos estas leyes pueden ser impugnadas ante los tribunales, lo que también depende de los recursos que la minoría afectada pueda movilizar. Y aunque estas legislaciones permanecen por algún tiempo, como la prohibición de alminares que es parte de la constitución en el Estado democrático de Suiza, el orden sigue siendo tratar a las personas diferentes de forma negativa a lo largo de las líneas de lo que hoy se está convirtiendo cada vez más en una religión racializada.

Daniel Pipes, uno de los islamófobos más descarados que forma parte de la red organizada de islamofobia en Estados Unidos, argumentó que "por primera vez en Europa occidental, un gobierno asumió el poder que aboga por políticas anti-inmigración y anti-islamización", confirmando así la idea conspirativa de que los musulmanes son una quinta columna que quiere cambiar el paisaje social e 'islamizar a Occidente' con el propósito de establecer un orden político neofascista. Sus palabras se referían al ejemplo reciente de Austria, que aparentemente se está convirtiendo cada vez más en una fuerza líder en la política islamofóbica.

Una de las principales funciones de este populismo islamofóbico es desviar la atención de cuestiones políticas reales, como las reformas de la asistencia sanitaria en Austria que afectarán principalmente a los pobres.

Los cambios en la relación entre el Estado y el ciudadano resultan en políticas que reflejan en su núcleo un movimiento hacia un mayor autoritarismo.

*Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan la política editorial de la Agencia Anadolu.

*Maria Paula Triviño contribuyó con la redacción de esta nota.