Veredicto final contra Ratko Mladic es también contra la comunidad internacional de los años 90
La Corte Penal Internacional (CPI) confirmó la cadena perpetua para el excomandante serbio Ratko Mladic, apodado "el Carnicero de Bosnia", por su papel en el genocidio en Bosnia, el cual pudo haber sido evitado por la comunidad internacional.
Bosnia y Herzegovina
Por: Dr. Emir Suljagic*
Todavía recuerdo dónde estaba cuando Ratko Mladic fue nombrado comandante del Ejército rebelde de los serbios de Bosnia en mayo de 1992.
Es como si todavía pudiera vernos reunidos alrededor de la radio escuchando las noticias desde Banja Luka, donde una sesión de la Asamblea de los Serbios de Bosnia sellaría el destino de muchas personas a mi alrededor.
Todavía recuerdo la sensación de un oscuro presentimiento cuando, escondidos en los huertos y bosques de la pequeña colina que quedaba arriba del pueblo, aquellos mayores a nosotros conversaban sobre cuáles deberían ser nuestros próximos movimientos.
No recuerdo a la mayoría de los hombres que estaban allí porque no sobrevivieron. Probablemente soy el único testigo que sobrevivió a un evento que ni siquiera se incluirá en las notas al pie de página de la historia.
Tres años después, conocí en persona a Ratko Mladic. Este encuentro ocurrió frente a la base de la ONU en Potocari, que albergaba al batallón holandés Dutchbat, vinculado a la Fuerza de Protección de la ONU (UNPROFOR), la misión del organismo internacional en Bosnia y Herzegovina.
Me acompañaron dos observadores militares de la ONU, uno de Países Bajos y el otro de Ghana.
A diferencia de los altos rangos del batallón holandés, que intentaban apaciguar a decenas de miles de personas que llegaron a Potocari en busca de protección y facilitaban así la implementación del plan de los serbios, ambos observadores podían ver claramente lo que estaba sucediendo y la verdadera intención de los serbios: seleccionar y separar a los hombres y los niños, exiliar a las mujeres y las niñas, y aprovechar la oportunidad para masacrar a los hombres y violar a las mujeres.
A diferencia de miles de personas, salí vivo de esa reunión. Sobreviví principalmente porque llevaba una "tarjeta amarilla", una identificación que usaban los intérpretes locales durante sus labores, y porque los dos hombres con los que estaba no se fueron ni me dejaron solo con Mladic y sus hombres.
Pasé el día anterior, es decir el 11 de julio, cuando la ciudad pasó a manos de Mladic, reportándole a mis empleadores en la cercana Srebrenica lo que se estaba viviendo y logré regresar a la base de la ONU justo a tiempo para evitar a las tropas serbias.
Lo que hice ese día, alrededor del cual gira toda mi vida, realmente se convirtió en una nota al pie de página histórica.
El Instituto NIOD de Estudios sobre la Guerra, el Holocausto y el Genocidio, con sede en Holanda, describe mi insignificante encuentro con la historia en un informe de 2002 titulado "Srebrenica: reconstrucción, antecedentes, consecuencias y análisis de la caída de un área 'segura'", que costó miles de dólares, de la siguiente manera:
"Suljagic sugirió regresar a Srebrenica porque los observadores militares de la ONU (UNMO) en Potocari no tenían acceso a información sobre los acontecimientos en la ciudad. Afirmó que los observadores no se atrevían a regresar. Luego pidió un mapa y un walkie-talkie y dijo que iría solo. Los observadores militares pensaron que estaba loco, pero estaban felices de que se ofreciera porque así podrían ser informados sobre lo que pasaba. El mayor holandés De Haan (líder del grupo de tres observadores) le ofreció un mapa, un walkie-talkie y baterías cargadas, y le dijo que trabajaría de manera completamente independiente y que no aceptaría ninguna responsabilidad por él. Emir Suljagic regresó a Srebrenica por el valle del río evitando los bombardeos. Continuó reportando desde el edificio de PTT (servicio postal), ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados), MSF (Médicos sin Fronteras) y el hospital hasta aproximadamente las 7:00 p.m. de esa noche".
De hecho, no había hecho casi nada y, sin embargo, nunca podré hacer nada más importante.
Dejando de lado que los soldados holandeses evitaron mirar lo que pasaba en Srebrenica, el mundo entero había estado apartando la mirada de Bosnia durante más de tres años.
De hecho, la legendaria comunidad internacional, representada por el Consejo de Seguridad de la ONU, le dio una ventaja importante a los perpetradores de los asesinatos en masa en Bosnia y Herzegovina al adoptar la Resolución 713 en septiembre de 1991: impuso un embargo de armas que aseguró un abrumador desequilibrio de armas a favor del proyecto nacionalista serbio que sería implementado en Bosnia y Herzegovina, así como en Croacia.
Al reconocer primero a Bosnia y Herzegovina y luego privarla del derecho a la legítima defensa previsto en el artículo 51 de la Carta de la ONU, la comunidad internacional, especialmente el Consejo de Seguridad de la ONU, permitió que la violencia continuara y produjo hostilidades cada vez más profundas.
Facilitó activamente la realización y repetición de las monstruosidades de Ratko Mladic, desde Knin y Sibenik en Croacia hasta Sarajevo y Srebrenica en Bosnia y Herzegovina.
En un movimiento para salvar su reputación, menos de dos años después, el mismo organismo estableció un tribunal de la ONU para atender las graves violaciones al derecho internacional humanitario cometidas en la ex-Yugoslavia por las mismas personas a las que la ONU les facilitó la superioridad en materia de armamento, que produce la vulnerabilidad esencial necesaria para que se perpetren asesinatos en masa.
A pesar de lo vivido, la ONU se negó a levantar el embargo incluso después de la caída de Srebrenica.
El veredicto sobre la apelación en el caso contra Ratko Mladic por estos crímenes es también un veredicto contra una época.
Ratko Mladic pasó la parte más importante de su vida arrebatándole algo a los demás. Arrebatándoles a las personas aquellos a quienes más amaban.
Cuando él se haya ido para siempre, el "trabajo" de su vida seguirá estando con nosotros. Continuará envenenando el futuro hasta que haya un reconocimiento y ajuste de cuentas.
La injusticia no puede quedarse sin resolver si queremos, como país y región, evitar los conflictos periódicos y casi regulares que hemos vivido por generaciones.
*El escritor Emir Suljagic es el director del Centro Memorial Srebrenica. Profesor a tiempo parcial en el Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de Sarajevo (SIU), también es autor de dos libros: Limpieza Étnica: Política, Políticas, Violencia: Campaña de Limpieza étnica serbia en la ex Yugoslavia y Postales desde la Tumba.
**Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la política editorial de la Agencia Anadolu.
***Traducido por Aicha Sandoval Alaguna.
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