De polleras a tapabocas: indígenas de la comunidad Sarhua en Perú crean arte en medio de la pandemia
Con el fin de hacer frente a la crisis sanitaria y económica en su localidad, una mujer y su madre se han dedicado a crear máscaras médicas con diseños andinos.
BOGOTÁ, Colombia
Por: Diego Carranza
Violeta Quispe Yupari (30) y su madre, Gaudencia Yupari (54), son dos mujeres indígenas oriundas de la comunidad de Sarhua, ubicada en el departamento de Ayacucho, de la Sierra o región Andina peruana.
Ellas hacen parte de uno de los tantos sectores afectados por las medidas de aislamiento decretadas por el Gobierno peruano para evitar la propagación del coronavirus (COVID-19) en el país.
Antes de que el presidente Martín Vizcarra declarara la emergencia, el 15 de marzo, Violeta se dedicaba a la elaboración de las tradicionales tablas pintadas de Sarhua, declaradas patrimonio cultural y material de la nación en noviembre de 2018, mientras que Gaudencia, una artista autodidacta de ambas técnicas, la pintura y el arte textil, confeccionaba polleras (faldas) bordadas, los coloridos trajes que visten las mujeres indígenas del Perú.
Pero ahora, tras la crisis económica ocasionada por el confinamiento y la falta de elementos de seguridad, la joven y su madre resolvieron adaptarse a la situación, cambiar patrones y confeccionar máscaras médicas con unos increíbles diseños andinos.
La Agencia Anadolu habló con esta joven ayacuchana, que desde hace 11 años se dedica al arte y difusión de la tradición y cultura de la comunidad Sarhua.
Violeta explicó que en Perú, al igual que en todos los países, hubo una escasez de máscaras médicas y guantes. “No había en ninguna farmacia, y si encontrabas, te costaba tres veces de su precio normal. Antes te costaba un PEN (sol peruano) 1,50 cada mascarilla (cerca de 0,44 USD), pero empezó a costar casi PEN 6 (USD 1,77), casi cuatro veces su costo original”.
Además, señala que los tapabocas normales no brindaban la seguridad que “sentía que deberían tener”. Pero había preocupaciones mayores relacionadas con el futuro, que “era muy incierto”, tanto en lo artístico como en lo económico. A partir de esto resolvió arriesgarse.
Violeta se apoyó en la idea de una prima suya, también pintora, que había intervenido una mascarilla de papel “como una forma de invitar a artistas a que se unieran a esta causa”. Pero aprovechó unos retazos de tela que sobraron de un taller que hizo con una diseñadora de Puno y empezó a darles forma.
“Le pregunté a mamá: ¿por qué no hacemos nuestras propias mascarillas? Ah, ya, sí, me respondió”. Allí empezó la magia.
Diseños andinos y frases en quechua
Los tapabocas de estas dos indígenas ayacuchanas son verdaderas obras de arte. En ellos, como hacían en las tablas, polleras, mantas y demás prendas, plasman desde tradiciones, costumbres, vestimentas andinas y los momentos más relevantes de las familias, hasta mensajes de motivación en quechua y español, alusivos al respeto por la naturaleza y la igualdad de género, entre otros.
Por ejemplo, una de las primeras mascarillas que hicieron tenía el mensaje de: ‘Ni Una Menos’. En otra se puede leer ‘sumaq warmi’, que significa ‘hermosa mujer'.
“Plasmamos frases con positivismo, para mostrar a la mujer andina que no sea sumisa, alejarse de todos esos estereotipos de sumisión (…). También lo que es el respeto a la vida animal, la flora y fauna de mi comunidad, el respeto hacia la madre Tierra, el cóndor, el ave ancestral”, relata.
Al mismo tiempo, entre los diseños se pueden ver cuentos míticos, como las sirenas de Sarhua con instrumentos andinos musicales, o los cerros (el waqsa) que rodean la comunidad ayacuchana y que son representados en bordados. Todo tiene un significado. Y este universo se plasma ahora en máscaras médicas, lavables y reutilizables.
Según aclara Violeta, la pintura que utilizan no es acrílica, sino para tela, y cuando se seca queda como un estampado, por lo que se pueden lavar con jabón sin que se dañen, “lo único es que no se les puede echar lejía (blanqueador o desinfectante) por la base de la tela que se puede desteñir, mas no por la técnica de pintura”.
“Mi mascarilla se puede lavar y remojar en detergente de un día para otro para matar el virus y no le va a pasar nada”, indica.
También asegura que sus tapabocas son más seguros que los convencionales, pues tienen tres filtros: “la tela donde se diseña, un telón que sirve para absorber y la popelina, para que sea lo más seguro posible, para que no filtre ni permita entrar nada”.
Equidad de género, otro de sus pilares
La joven sarhuina explica que en todas sus obras busca rescatar el idioma quechua, porque es la “lengua materna de sus raíces”, pero también busca resaltar la figura de la mujer, inspirada en su madre, a quien considera una sobreviviente.
Gaudencia, con 54 años, se salvó de ser ejecutada cuando tenía 11 años a manos de miembros del Comando Militar denominado ‘Sinchis’, y de ser reclutada por la guerrilla de Sendero Luminoso a los 16 años, cuando estaba a punto de tener a su primer hijo. Pero también sobrevivió al parto, que duró cuatro días completos, en medio de las difíciles condiciones de salud que enfrentaba su comunidad.
“Mi madre es realmente una mujer resiliente: sobrevivió a la época del terrorismo, al abandono de salud. También se salvó del parto, que casi la mata. Y ahora está viviendo esto (la pandemia). Ese también es mi mensaje de la mujer, porque mi madre es una sobreviviente. Por eso me uno mucho a la causa por un derecho de equidad de género”, afirmó.
Buscan generar empleo
Mientras tratan de conseguir los materiales para elaborar más mascarillas (pues dado el confinamiento, el área de textiles no está atendiendo plenamente), estas dos mujeres están pensando en generar empleos para otras “hermanas paisanas que se dedican a lo mismo”, al menos seis mujeres más.
“Vamos a darle esa oportunidad para que ellas también puedan solventar algo en sus hogares. Esa es la meta”, afirmó.
Pero, adicionalmente, están considerando la posibilidad de brindar capacitación para que ellas puedan producir sus propias mascarillas y generen ingresos.
Hasta el momento, dada la falta de materiales, solo han producido tapabocas para uso propio. Pero tal ha sido el éxito a nivel local que los pedidos se han desbordado.
Actualmente Violeta pertenece a una ruta de arte sarhuino en el distrito de Chorrillos, en la ciudad de Lima, la misma a la que llegaron sus padres huyendo de la violencia de los años 70 y 80, y donde fundaron una asociación de artistas populares de Sarhua con el fin de “generar ingresos y no perder su identidad difundiendo el arte tradicional”.
Desde allí, en medio de las dificultades por la crisis, buscan llevar su arte y su positivismo a la población peruana.
“Espero que esta situación deje un mensaje en las personas, que se concienticen con lo que es nuestra naturaleza, nuestro planeta, que tengan más empatía también con las personas”, concluye.
*Fotos al interior de la nota son cortesía de Cristian René García Díaz
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