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La minoría musulmana en Brasil brilla por su generosidad con los afectados por la pandemia

Los miembros de la comunidad islámica, que supera el millón de personas en un país con mayoría católica, usan la tecnología para difundir costumbres, refutar prejuicios y ayudar a los vulnerables en medio del drama generado por la COVID-19.

Federico Cornali  | 25.03.2021 - Actualızacıón : 27.03.2021
La minoría musulmana en Brasil brilla por su generosidad con los afectados por la pandemia Mezquita Abou Bakr Al Siddiq, en Bogotá, Colombia, 14 de enero de 2020. Archivo ( Juancho Torres - Agencia Anadolu )

Brasil

Por: Federico Cornali

A pesar de ser un país laico según su Constitución, con “el Estado y la Iglesia oficialmente separados”, el 64,6% de los brasileños, equivalente a 123.000.000 de personas, se declara católica, de acuerdo al último censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, 2010). De lejos le siguen los protestantes (evangélicos tradicionales, pentecostales y neopentecostales), quienes alcanzan el 22,2% (42.300.000 de habitantes). Entre católicos y evangelistas, parece no haber lugar para mucho más en Brasil en lo que a credos se refiere. Sin embargo, aún existe espacio para las minorías religiosas, que en silencio y muchas veces soportando ofensas, continúan trazando su camino ante la apatía de las 'iglesias tradicionales' y valiéndose, cada vez más, de los recursos tecnológicos.

En una visión global, una de cada cuatro personas en el mundo (23%) se declara musulmana, considerando los datos divulgados por la Federación de las Asociaciones Musulmanas de Brasil (FAMBRAS). Según la misma organización, los musulmanes ya suman más de un millón en el país (casi 1.5 millones según la Asociación Nacional de Entidades Islámicas), con 90 mezquitas y salas de oración, además de los 80 centros islámicos oficializados.

“Al igual que ustedes, no nos duchamos con la ropa puesta”, dice en broma Mariam Chami, mientras intenta explicarle a sus 410.000 seguidores de Instagram algunas de las costumbres del islam.

Musulmanes dentro de la mezquita Brasil, en Sao Paulo, uno de los principales centros islámicos del país. (SOLO USO EDITORIAL CRÉDITO OBLIGATORIO: Mezquita Brasil)

Desde Florianópolis, capital del estado de Santa Catarina, al sur de Brasil, Chami, que es hija de un inmigrante libanés y de una brasileña (de Minas Gerais) convertida al islam, se luce con videos en un tono amigable -por momentos sarcástico-, en los cuales pretende derribar algunos mitos y, sobre todo, demostrar que existen muchas semejanzas entre las religiones, a diferencia de lo que se cree.

“Soy una brasileña musulmana, no necesito volver a mi país porque ya estoy en él y tengo una vida mucho más normal de lo que se imaginan”, afirma. “¿Que las musulmanas no pueden estudiar? Pues aquí está mi credencial de estudiante… ¿Que no podemos manejar? Pues aquí tienes mi licencia de conductora”, aclara en uno de sus post más vistos.

Después de graduarse como nutricionista, Mariam se dedicó a la venta de helados y hoy es dueña de la red 'Lambuzza' -un juego de palabras entre “lambuza”, que en portugués es algo así como pegotear y “buza”, el significado árabe para el helado.

“Con la expansión de los negocios fui consiguiendo más seguidores en las redes sociales y me propuse hablar de religión porque vi que existía una gran curiosidad entre los brasileños que no son musulmanes. Querían saber cómo es vivir en un país tan católico y me propuse a derribar mitos, a explicar para acercar”, describe la catarinense. “Lejos de tener 'haters', recibo muchos comentarios cariñosos, de personas educadas, ávidas de entender, de no quedarse con lo que alguna vez les contaron”, agrega.

El enfoque de Carima Orra en sus redes sociales es diferente al de Chami, pero tiene objetivos similares. “Prefiero evitar los temas religiosos, porque sé que mis seguidores están más interesados en conocer el día a día, mi rutina”, dice la emprendedora, madre de tres niños y dueña de las marcas Bali (juguetes didácticos para niños y bebés), que tiene 165.000 seguidores en Instagram.

“El 90% de los que me siguen no son musulmanes ni están interesados en convertirse y yo prefiero evitar hablar de religión porque estoy representando a millones de musulmanes en mis posteos y puedo cometer errores si me dedico a eso”, cuenta. “En las redes sociales siempre me trataron bien, pero hubo una época, la del 11 de Septiembre, en la cual llegaron a llamarme ‘Mujer Bomba’; afortunadamente eso disminuyó, casi no lo siento más”, concluye la empresaria.

César Kaab Abdul, fundador de la mezquita Summayyah Bint Khayyat, junto a una de las mujeres que frecuenta el centro en Embu das Artes, Sao Paulo. (SOLO USO EDITORIAL -CRÉDITO OBLIGATORIO: Archivo de César Kaab Abdul)

Fundada a mediados de 2016, la mezquita Sumayyah Bint Khayyat es un edificio simple, de dos pisos, ubicado en la favela Cultura Física de Embu das Artes, un municipio de la región metropolitana de Sao Paulo. Se trata de la primera construcción islámica dentro de una favela (chabola). Durante la pandemia, la mezquita paulista cobró una importancia fundamental para la comunidad al entregar 20.000 loncheras de comida a quienes estuvieran necesitados; para retirar el plato caliente, solo era necesario acercarse hasta la puerta del lugar. Además, también se encargan de repartir medicamentos entre quienes no tienen acceso fácil a la salud pública o privada, entre otras iniciativas.

Buena parte de estas entregas solidarias se llevaron a cabo entre el 23 de abril y el 24 de mayo de 2020, el mes sagrado del Ramadán. Para la fe islámica, esos 30 días, que varían según cada año, corresponden al momento en el que las palabras del Corán fueron reveladas al profeta Mahoma. Durante el Ramadán, los musulmanes ayunan desde la alborada a la puesta del sol, y son incentivados a intensificar los trabajos de caridad. “Durante el Ramadán, pasamos el día sin comer. Uno de los motivos para eso es que podamos entender lo que sucede cuando alguien siente hambre”, contó Otavio Vieira, uno de los asiduos visitantes de la mezquita Sumayyah Bint Khayyat.

“Estas son acciones que ayudan a que las personas miren hacia esta religión con otros ojos”, opina Angélica Macedo, que sin ser musulmana decidió colaborar con el proyecto ayudando en la cocina.

No obstante, no todos consiguen tener la misma consideración que Angélica. “En 2015 recibimos la visita de un jeque árabe muy prestigioso, que quería conocer nuestro trabajo. La idea era que pudiéramos hacer una guardería para niños y una mezquita; era muy importante ese encuentro. Pero al otro día mi celular comenzó a sonar muy temprano, malas noticias. Había salido una nota en una revista famosa de aquí con el título ‘Un yihadista en Brasil’, en la cual señalaban al jeque como benefactor del Estado islámico (Daesh/Isis); en la foto del artículo estaba mi foto con él, en medio de la favela”, cuenta César Kaab, un exrapero que se convirtió al islam y es el fundador de la mezquita de Embu das Artes.

“A partir de allí, recibimos muchos ataques en las redes sociales. Son muchos años de persecución. Los actos de terrorismo que suceden fuera de Brasil suelen caer sobre nosotros, y nos tiran piedras o nos llaman terroristas, ese tipo de cosas”, lamentó Kaab, quien en 2020 se embarcó en un proyecto llamado “Mochileros musulmanes”, dentro del cual el fundador de Sumayyah Bint Khayyat y otros tres amigos de la misma religión recorrieron el Sudeste y el Nordeste brasileño, “explicando el islamismo e intentando disminuir los preconceptos”.

Fueron 8.000 kilómetros partiendo de la favela Cultura Física, donde está la mezquita, y recorriendo ciudades como Barretos (estado de Sao Paulo), Juiz de Fora y Belo Horizonte (Minas Gerais); Vitória (Espírito Santo); Recife (Pernambuco); Salvador (Bahía) y Aracajú (Sergipe), entre otras. “Entrábamos a las ciudades, conocíamos a las personas y aceptábamos las invitaciones que nos llegaban para hablar de nuestra religión. Por más que parezca increíble, las personas nos pedían que fuéramos hasta ellas, porque tienen mucha curiosidad sobre qué es el islam, si es que creemos en Jesús, si un brasileño puede ser musulmán y cosas así”, recuerda Kaab sobre el proyecto. “Existe aún el estereotipo de que todos los musulmanes son potenciales terroristas. Eso no es verdad. El Islam predica sobre la paz y el amor, como el profeta Jesús también lo hacía”, resume César.

Tecnología al servicio de la fe y los demás

Durante la pandemia y actualmente, algunas mezquitas tuvieron que cerrar sus puertas y debieron acudir a la tecnología para seguir con sus prácticas. “En las reglas religiosas, cuidar de la vida es una prioridad. Al contrario de lo que parece, estamos ganando y no perdiendo, ya que estamos obedeciendo a nuestro creador al quedarnos en casa”, dice Mohamad Al Bukai, de la Mezquita Brasil, ubicada en Cambuci, un barrio del centro de Sao Paulo. Al igual que otros líderes religiosos, Al Bukai se dedicó a transmitir sus oraciones vía Internet, por medio de emisiones en vivo. “No podemos dejar a las personas 100% privadas de este ámbito espiritual. Más que nunca, debemos acercarnos. He notado que la espiritualidad ha ido aumentando y no disminuyendo durante la cuarentena, porque las personas necesitan de apoyo en este momento difícil”, agrega.

Los jóvenes brasileños que, por convicción, optaron por el islamismo, se ven obligados a convivir con prejuicios y bromas de mal gusto. “Si reacciono a las provocaciones con el instinto, con la rabia, dirán que somos una religión violenta y eso no es verdad. Es por eso que tenemos que ejercitar nuestra paciencia”, explica Antonio Marcos Abdullah, de 21 años, un profesor de árabe que se convirtió en 2015. “Al principio, a mi familia le pareció muy extraño, ya que lo primero que dije fue que no comería más carne de cerdo o derivados y vengo de una familia pobre, en la cual las salchichas o el tocino eran gran parte de la dieta diaria, ya que son alimentos más baratos”, comenta.

Musulmanes caminan por la favela Cultura Física, donde está la mezquita Sumayyah Bint Khayyat, en Sao Paulo, Brasil. (SOLO USO EDITORIAL - CRÉDITO OBLIGATORIO: Archivo personal Tom Freitas)

De acuerdo a un estudio realizado por el Pew Research Center, de Washington, para el año 2100 el islam será la religión más popular del planeta, abarcando casi un 33% de la población mundial. En Brasil, esa expansión se está notando, sobre todo, en los estados de Sao Paulo y Paraná, aunque también existen comunidades significativas en Río Grande do Sul, Río de Janeiro, Minas Gerais y Mato Grosso do Sul. Buena parte de los musulmanes brasileños son descendientes de inmigrantes sirios y libaneses, que fijaron su residencia en el país suramericano durante la Primera Guerra Mundial, ante la disolución del Imperio Otomano.

En tiempos en los que la pandemia azota con crueldad a Brasil, los diferentes grupos musulmanes esparcidos por el país divulgan buena parte de sus actividades de manera online. Así, valiéndose de la Internet, leen el Corán, hablan sobre el uso del hiyab (velo con el que las mujeres cubren su cabeza, cuello y parte del pecho), dictan clases religiosas por Skype o Zoom y hablan con brasileños musulmanes de todo el mundo. “Si te enteras de un brote de peste en una tierra, no entres en ella; pero si la plaga brota en un lugar mientras tú estás en él, no abandones ese lugar”, dice el jeque Rodrigues, de Paraná, parafraseando al profeta Mahoma. “¿Ves? El profeta ya predicaba medidas de distanciamiento social hace más de 1.400 años”, añade.

Cena de Iftar en Colombia

Musulmanes asisten a la cena de Iftar, se refiere a la comida nocturna con la que se rompe el ayuno diario durante el sagrado mes islámico del Ramadán en la mezquita AlQurtubi en Bogotá, Colombia, Mayo 06 de 2019.

“Brasil es uno de los países con más diversidad religiosa, pero también tiene serios problemas en relación a la intolerancia religiosa. En los últimos años, la creciente ola de islamofobia y de preconcepto contra musulmanes ha sido, en su mayoría, lanzada contra las mujeres que usan hiyab, tensionando la convivencia. Las agresiones pueden venir de las redes sociales, la calle, las escuelas, marcando lo que vengo llamando como ‘islamofobia de género’”, explica Francirosy Campos Barbosa, coordinadora del Grupo de Antropología en Contextos Islámicos y Árabes (Gracias), quien se dispone a publicar un estudio cualitativo sobre Narrativas Islámicas en Brasil y promete, por primera vez, realizar un mapeo integral sobre los musulmanes en el país.





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