¿Deben los gobiernos utilizar incentivos económicos para animar a la gente a vacunarse contra la COVID-19?
A pesar de que algunos analistas abogan por un plan de "dinero a cambio de vacuna", esta política puede no ser viable en el contexto de la desinformación sobre el coronavirus.

Ankara
En el sector de la sanidad, los incentivos monetarios para orientar al público a tomar mejores decisiones son cada vez más populares. Por ejemplo, las aseguradoras y empresas han estado repartiendo dinero para animar a la gente a tomar sus medicamentos, abandonar los malos hábitos e ir al gimnasio. Estos incentivos se defienden en tiempos normales, pero ¿podría usarse esta misma estrategia para promover el uso de vacunas contra el coronavirus, la mayor crisis sanitaria de la era moderna?
Desde hace algún tiempo, la mayoría de las empresas estadounidenses ofrecen incentivos económicos a los empleados que participan en programas beneficiosos para su salud, o bien penalizan a los que se entregan a hábitos perjudiciales.
Por poner un caso, en 2009, General Electric empezó a ofrecer incentivos a algunos de sus empleados que dejaran de fumar durante un año. Los resultados fueron tan prometedores que la empresa amplió el programa a todos sus trabajadores en Estados Unidos.
En una iniciativa similar llevada a cabo en Inglaterra, los pacientes esquizofrénicos que acudían por su dosis mensual de medicamentos antipsicóticos se llevaban 15 libras (USD 21) al bolsillo. Los incentivos en dinero también se han utilizado para causas tan variadas como persuadir a las mujeres jóvenes a vacunarse para evitar el cáncer de cuello uterino y convencer a los hombres jóvenes para que se hagan la prueba de la sífilis.
Ver también: Obstáculos e inconsistencias que se han presentado en los planes de vacunación en Latinoamérica
Pagar a la gente por la vacuna
Llegados a este punto, una serie de preguntas pueden ayudarnos a explorar la idea de pagar a la gente para que se vacune: ¿Es rentable pagar a la población por la inoculación? ¿Es viable una política de este tipo en el contexto de la desinformación sobre el coronavirus y la desconfianza en las autoridades de salud pública? ¿Qué dice la ciencia del comportamiento sobre el ofrecimiento de tales incentivos?
En su libro de 2012 What Money Can't Buy (Lo que el dinero no puede comprar), el profesor de derecho y filósofo de Harvard Michael Sandel destacó que se pueden plantear dos preguntas sobre el pago a las personas para que tomen decisiones saludables: ¿Funciona el programa de incentivos?, y ¿es objetable? Desde un punto de vista económico, explica en su libro, la defensa de pagar a la gente por una vida sana puede ser un simple análisis económico de costos y beneficios.
¿Por qué habría de ser objetable este tipo de incentivos si el dinero ayuda a proteger a la gente de, por ejemplo, una pandemia nefasta y reduce así la necesidad de un gasto sanitario mucho más caro más adelante? El dicho popular "una puntada a tiempo salva nueve" parece presentar un argumento convincente.
Pero en medio del impulso mundial para fomentar la vacunación contra el COVID-19, algunos académicos advierten que el hecho de que los gobiernos paguen a la gente para que se vacune podría tener desventajas inesperadas.
Explican que aunque la necesidad de evitar contraer enfermedades potencialmente mortales podría parecer motivación suficiente para la vacunación, la desinformación masiva y las teorías conspirativas en la era de los memes virales y las redes sociales presentan nuevos desafíos. Así, el escepticismo ante las vacunas es una de las principales preocupaciones que los gobiernos se ven obligados a abordar para hacer frente a una grave amenaza sanitaria.
Los incentivos monetarios son "imprudentes"
"Es potencialmente imprudente, incluso para los países ricos, ofrecer un pago a cambio de la vacunación", declaró entre tanto a la Agencia Anadolu Cynthia Cryder, profesora de marketing de la Universidad de Washington, en el estado de Missouri, Estados Unidos. Y para los países con menos recursos, la idea parece aún menos acertada, subrayó.
Según Cryder, cuando se ofrece a las personas un pago a cambio de un comportamiento, suelen deducir que éste debe ser menos deseable de alguna manera que si no se les ofreciera el pago. En este caso, dijo, la desafortunada inferencia podría ser que la vacuna conlleva riesgos que hacen necesario el pago para que el público la acepte. Esto podría contribuir a alimentar el escepticismo y las teorías conspirativas sobre la seguridad de las vacunas, precisamente lo contrario de la actitud necesaria para fomentar la vacunación.
"Es muy lógico que los gobiernos opten por una campaña de salud pública en lugar de utilizar incentivos monetarios", afirma Cevat Giray Aksoy, profesor de economía del King's College de Londres. Ofrecer incentivos monetarios atraería a miles de personas que buscan engañar al sistema, advirtió, y añadió que los gobiernos podrían a cambio utilizar esos fondos para permisos, ayudas para el cuidado de los niños, apoyo educativo o campañas de concienciación pública. "Me parece ridículo dar dinero a la gente para que se deje convencer respecto a las vacunas", señaló la profesora.
El precio que pagamos
Por otro lado, algunos economistas, como Robert Litan, de la Institución Brookings de Estados Unidos, defienden la idea de un pago por la vacuna COVID-19 como un "empujón" para fomentar el buen comportamiento. Propone, a cambio, un pago de USD 1.000 por persona para que los escépticos se vacunen, argumentando que los gobiernos deberían estar dispuestos a abrir de par en par las arcas públicas para lograr este objetivo.
"Tenemos mucha gente en este país que no confía en el Gobierno o no confía en las vacunas o lo que sea. Considero que el pago de una vacuna es el precio que pagamos por tener un país dividido", dijo a NPR, la Radio Pública Nacional de Estados Unidos.
Por su parte, el filósofo de Oxford Julian Savulescu hizo afirmaciones similares en un artículo para el Journal of Medical Ethics, al decir que ofrecer incentivos monetario funciona mejor que los castigos por no obedecer los mandatos de la vacunación.
Aunque algunos expertos apoyan la idea de animar a un público indeciso con dinero, los beneficios de esta política de incentivos deben sopesarse frente a la munición que dicha política podría dar a las personas 'conspiranoicas'. Evidentemente, aquellos que se niegan a vacunarse generarán un elevado coste económico y social, pues no alcanzar la inmunidad de grupo pone en peligro a la comunidad en general.
Sin embargo, parece que los beneficios de pagar a la gente para que se vacune durante la pandemia pueden ser contraproducentes. Dada la enorme cantidad de desinformación que circula por las redes sociales (un maremoto virtual de noticias falsas sobre el coronavirus), una recompensa monetaria reforzaría involuntariamente las teorías conspirativas, desalentando la confianza en las vacunas justo cuando más se necesita.
*Jose Ricardo Báez G. contribuyó con la redacción de esta noticia.