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Así convirtieron, en 18 horas, el recinto ferial de Madrid en un hospital de emergencia

En Madrid, una de las ciudades más afectadas por el COVID-19 a nivel global, el recinto ferial IFEMA ha recibido más de 2.800 pacientes, con lo que podría ser un ejemplo para otros países en los que se prevé recurrir a estrategias similares.

Santiago Sánchez B  | 15.04.2020 - Actualızacıón : 17.04.2020
Así convirtieron, en 18 horas, el recinto ferial de Madrid en un hospital de emergencia Con motivo del aumento de casos de COVID-19 en Madrid, el IFEMA (acrónimo de Institución Ferial de Madrid), una entidad que organiza ferias, salones y congresos, asumió la delicada tarea de adecuar en el menor tiempo posible sus instalaciones para que funcionen como un hospital “de emergencia”. (Comunidad de Madrid - Agencia Anadolu)

MADRID

Por: Santiago Sánchez B.

Ya para el viernes 20 de marzo la pandemia del COVID-19 llevaba a sus límites al sistema de salud español. Los hospitales de la Comunidad de Madrid que atendían enfermos del nuevo coronavirus estaban desbordados.

Temprano ese día, la Presidencia de la Comunidad encargaba al equipo de IFEMA (acrónimo de Institución Ferial de Madrid), una entidad que organiza ferias, salones y congresos, la delicada tarea de adecuar en el menor tiempo posible sus instalaciones para ejercer como un hospital “de emergencia”.

El solo término era evocador. La vida se había convertido en cuestión de semanas en un punzante conteo de contagios y muertes, y ahora, sin precedente alguno, era necesario construir trincheras que detuvieran el avance de la neumonía.

Hacia las dos de la tarde, un equipo multidisciplinario del recinto ferial se dio cita para trazar un plan y ejecutarlo contra reloj. “Es un día que no se nos olvidará nunca” señala Eduardo López-Puertas, gerente general de IFEMA.

Desde expertos médicos hasta especialistas en el diseño de hospitales participaron en las definiciones. Buscaban espacios en los que la proporción entre número de enfermos y personal sanitario fuera el más alto posible, es decir, que cada médico pudiera atender a muchas personas y que, adicionalmente, se generaran centros de enfermería capaces de monitorear desde ahí alrededor de 50 pacientes. Inicialmente se había previsto una ocupación de 5.500 camas, que luego se situó en 1.396.

Además, toda la adecuación debía estar circunscrita a las características de una enfermedad impredecible: cada cama tenía que contar con un sistema de oxígeno y ser abatible de manera que el enfermo pudiera dormir inclinado para que el tránsito respiratorio fuese el mejor posible.

Las instalaciones requerían enchufes para los equipamientos médicos, era necesario reemplazar el suelo por uno de linóleo que pudiese ser desinfectado regularmente, y dada la evolución de algunos enfermos, debían considerarse también Unidades de Cuidados Intensivos y una zona habilitada para radiología y TACS. Un listado, a priori, imposible.

IFEMA, que celebra más de 110 ferias al año de diversos temas, entre ellos salud y construcción, recurrió a sus expositores, quienes hicieron posible suplir las complejas necesidades de la situación. “Nosotros no hemos mirado quién lo tiene que pagar, sino cómo lo teníamos que hacer. Creo que en este momento si el primer pensamiento es ese, estas cosas no salen” asegura López-Puertas.

Ayudó, sin duda, la espontaneidad de muchas contribuciones de empresas de distintos sectores que se acercaron –y lo siguen haciendo– para ofrecer elementos que van desde material sanitario y kilómetros de tubo de cobre, necesario para casi toda la instalación, hasta equipos informáticos.

Lo cierto es que solo dos horas después de la reunión de arranque, personal especializado estaba desinfectando e instalando moquetas (alfombras) de todos los tipos y colores. Había que ser rápidos y lo de menos era la estética.

Durante las siguientes 18 horas se conjugaron diligencia y solidaridad, dando como resultado una gestión que, a pesar de las complicaciones propias del proceso, ha sido calificada por la Organización Mundial de la Salud como extraordinaria.

“La COP25 claramente fue una gran lección que nos ayudó mucho a ver cómo teníamos que hacer cosas en muy poco tiempo y que fueran perdurables”, comenta el gerente general de IFEMA.

“La perfección es enemiga de lo bueno”

Más de 200 soldadores fueron necesarios para finalizar esta obra con las especificaciones y urgencia requeridas. “Son diferentes las características si hay que atender víctimas de un terremoto, un incendio, un atentado o a los enfermos afectados por un solo agente infeccioso, como es el caso del COVID-19”, explica Rita Gasalla, arquitecta y CEO de Galöw, firma pionera en España en el enfoque de construcción y arquitectura saludable.

Para Gasalla, si se parte de un edificio existente, la adecuación es más sencilla que iniciar de cero. En el caso de IFEMA, que proporciona la parte genérica de las instalaciones, el desafío era realizar las adecuaciones de tipo hospitalario, especialmente las del equipamiento de las camas UCI, de las cuales han sido instaladas 96.

“La arquitectura sanitaria es muy especializada y en el desarrollo del proyecto de un hospital intervienen normalmente varios especialistas durante meses, pero en una emergencia de salud pública, la perfección es enemiga de lo bueno”, afirma.

Ahora que el virus se está propagando progresivamente en distintos países, aquellos donde la crisis se encuentra en sus fases iniciales evalúan la creación de hospitales de emergencia.

“En Madrid ha llegado a haber hasta 24.000 camas para atender estos pacientes (de coronavirus), cuando la cifra oficial de camas está en torno a las 12.000. Se han duplicado, y a pesar de eso ha habido que hacer un hospital de emergencia”, revela Antonio Zapatero, director del hospital de IFEMA, para dimensionar la presión que ha llevado a la capital española a recurrir a esta alternativa.

“El hospital de campaña es el último recurso que debe plantearse una institución sanitaria cuando no llega con sus recursos habituales”, puntualiza.

Lo cierto es que es factible que esa distopía se haga realidad en la mayoría de países afectados por el coronavirus. En ese sentido Rita Gasalla, que ha desarrollado este tipo de proyectos en Europa y América, da algunas recomendaciones desde una perspectiva arquitectónica.

Ella plantea que si el lugar es nuevo debe ser lo más plano posible, lo suficientemente alto como para evitar inundaciones y debe contar con un suministro de agua y electricidad asegurado, así como con una conexión a una red general de saneamiento. Gasalla afirma, además, que “es clave que la renovación del aire sea la suficiente para asegurar una calidad óptima y minimizar el riesgo de contagio”.

También es esencial que tenga accesos claros para facilitar la logística que necesita un hospital, durante la adecuación y operación, algo que en el caso de Madrid ocurrió de forma simultánea. “Hubo que ir poniendo camas, control de enfermería, preparar laboratorio y radiología sobre la marcha, a la vez que hacíamos un circuito de admisión de pacientes, de clasificación, de identificación para informar a algunas familias, de altas y de muertos”, resalta Zapatero.

Aunque inicialmente los responsables de la Comunidad de Madrid ya habían evaluado la opción de hoteles medicalizados, se decantaron por la alternativa de adecuar el recinto ferial. Sin embargo, Gasalla y otros arquitectos coinciden en que, dada la similitud con los hospitales, los hoteles necesitan menos intervención para ser acondicionados y ofrecen ciertas ventajas como que “proporcionan intimidad y más silencio a los pacientes, al no producirse el nivel de ruido que necesariamente producen la maquinaria, otros enfermos y el personal sanitario en un gran espacio único”, explica la CEO de Galöw.

Sin embargo, de no ser esa una posibilidad, los recintos feriales son una alternativa razonable, toda vez que están preparados para acoger un flujo masivo de personas y cuentan con facilidades logísticas.

En el caso de IFEMA, cuya estructura fue diseñada en los ochenta por los arquitectos Estanislao Pérez Pita y Jerónimo Junqueras, ha resultado de suma utilidad la existencia de túneles subterráneos que permiten suplir necesidades desde electricidad y desagües hasta internet y aire comprimido.

Proteger el recurso humano: el mayor desafío

En una reciente visita al recinto ferial, Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, aseguró que gracias a lo que se está haciendo en IFEMA “es más fácil contarle al mundo que tenemos estos profesionales sanitarios que tenemos, a estos soldados de la vida con nosotros todos los días”.

Un reconocimiento que últimamente se repite como un mantra desde distintas tribunas de la sociedad, pues en casi todos los países afectados el personal sanitario no solo ha demostrado su compromiso, sino que es uno de los grupos más expuestos al riesgo de contraer la enfermedad.

Solo en España, de acuerdo con datos al 10 de abril del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, alrededor de 25.000 contagios se concentran en estos profesionales, la gran mayoría de ellos ocasionados por la falta de materiales de protección.

En el caso de IFEMA, según explica su gerente general, la gestión de recursos humanos ha sido una prioridad. Esto se ha traducido en esfuerzos para garantizar la protección individual que requieren los más de 1.300 profesionales sanitarios que operan allí, las medidas orientadas a los pacientes, la adecuación de zonas de alimentación, descanso y monitoreo, la coordinación para facilitar la movilidad e incluso la definición de los turnos.

Todo esto, con el objetivo que mitigar el impacto que la difícil situación actual tiene sobre las personas, porque como señala López-Puertas: “Al final la vida dentro del hospital es muy dura”.

A la fecha de estas entrevistas, con dos semanas y media de funcionamiento, 2.800 pacientes habían pasado por el hospital de emergencia de IFEMA, 1.600 habían recibido el alta y 1.050 personas se encontraban ingresadas.

Con todos los aprendizajes y falencias que puedan evidenciarse sobre la marcha, lo cierto es que se trata de un esfuerzo encomiable para soportar la pesada carga que recae sobre el sistema sanitario, algo que inquieta a España y al mundo entero.

De ahí que otros países puedan observar en este caso elementos útiles para asumir su situación a nivel local, y planificar con eficacia sus propias soluciones. Después de todo, no hay fórmulas precisas ni reglas claras en estos tiempos, pues como zanja Antonio Zapatero, director del Hospital de IFEMA, “este es un problema de salud que no había visto nunca antes y creo que no veré nunca después”. Una reflexión que aplica para muchos de nosotros.

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