La nueva congresista wayuu afirma que el “amor” le salvó la vida cuando tuvo que salir de Colombia
Karmen Ramírez Boscán, nativa del departamento de La Guajira y con 11 años viviendo en Suiza, habló con la Agencia Anadolu sobre su vida y proyectos después de asumir como representante a la Cámara por los colombianos en el exterior.
BOGOTÁ, Colombia
La representante a la Cámara por los colombianos en el exterior, Karmen Ramírez Boscán, mujer de la comunidad wayuu, inició labores este 20 de julio, en medio de un complejo acto de posesión del nuevo Congreso de Colombia.
Hace 11 años por una paradoja de la vida esta alta mujer, de rasgos fuertes, mirada amplia, acento indescifrable y con dos "hijes", como ella los llama, llegó a la nación europea donde está la sede principal de Glencore, una de las compañías contra las cuales ha luchado por la explotación de los recursos naturales en su región natal del departamento de la Guajira, al norte de su país. “La multinacional que explota el carbón en el Cerrejón (como se llama el yacimiento), una de las dueñas es Glencore", asegura.
“Tenía un contacto con Suiza. Había sido becaria del programa de las Naciones Unidas para los derechos indígenas en la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en Ginebra, y en la Oficina Internacional del Trabajo (ILO), que tenían un programa de protección especial para líderes sociales en riesgo. Estuve ahí, trabajando, haciendo investigación sobre los derechos del territorio de los pueblos indígenas, estuve un año”, detalla.
A pesar de residir en Suiza en donde se casó con un nacional, nunca se separó del activismo social, allá y aquí en Colombia. Esa labor que desde el 2000 le ha traído infinidad de alegrías, riesgos y horas sin dormir, ahora le ha permitido ocupar un puesto en la Cámara baja del Congreso.
Karmen inició su labor hace muchos años con denuncias sobre violaciones de Derechos Humanos cometidos contra su pueblo en el conflicto armado, “con mujeres wayuu viudas de la guerra o madres que se quedaron sin hijos en la guerra”.
Ver también: Se instala el Congreso de Colombia con mayorías reunidas a favor del nuevo Gobierno de Gustavo Petro
Si bien desde el 2004 comenzó a recibir amenazas por las denuncias de los asesinatos de familiares en su territorio, fue tres años después, que se intensificaron las advertencias, cuando publicó el compendio de textos “Desde el desierto, notas sobre paramilitares y violencia en el territorio wayuu”.
Después de ires y venires entre Colombia y Suiza, dependiendo de la intensificación de las amenazas de muerte, en el 2011 se radicó definitivamente en el país europeo. Pese a su condición de expatriada por causa de la violencia política en el país suramericano, ella rechaza explícita y legalmente el término refugiada. “Soy ‘refugiada del amor”, asegura con una amplia sonrisa.
“Me di cuenta que es una situación bastante extrema para algunas personas. Cuando llegas como refugiada tienes muchas limitaciones. El estatus de refugiado tiene mucho control, tienes que vivir en unos centros de asilo y refugio que son más bien unas cárceles. No puedes involucrarte en política en un país donde están las multinacionales que destrozan el planeta. Me casé, me enamoré, por eso digo que el ‘amor me salvó la vida”, relata.
Dice que nunca se ha distanciado del activismo en Colombia, incluso afirma que esta labor en Suiza amplió su visión, especialmente desde el punto de vista feminista. “Cuando eres defensora de derechos humanos te das cuenta de los micromachismos en Suiza. Esto me permitió involucrarme en la lucha antirracista, además de la lucha para defender el clima, la emergencia climática, comenzamos a hacer un trabajo de visibilizar el racismo”.
“La tierra no produce industria, es el hombre el que la produce”
También volvió a enfrentarse a las empresas multinacionales como Glencore, Nestle, Roché, “en relación con la apropiación de recursos naturales y patentes que pertenecen a pueblos indígenas”.
Ese pueblo nativo al norte del país le impide dejar de opinar de la realidad colombiana, o alejarse del todo de sus raíces.
Según Human Rights Watch, los wayuu son el grupo indígena más numeroso de Colombia, con una población de al menos 270.000 personas, en su mayoría viviendo en La Guajira. “Sus fuentes de alimentos y de ingresos tradicionalmente han sido la agricultura de subsistencia, la búsqueda estacional de alimentos, la cría de cabras o la pesca. Muchos otros trabajan en el sector de turismo o en la minería de sal o carbón, elaboran y venden artesanías, o dependen del comercio con Venezuela”.
El 90 % de las personas en el departamento trabajan en el sector informal, de turismo, hotelería y comercio transfronterizo, según el censo de comunidades del 2018.
Karmen Ramírez recuerda con voz temblorosa el drama que se vive en ese árido departamento. En el 2018 se conoció lo vivido por cientos de familias wayuu y miles de sus niños. Afirma que fueron “asesinados, porque el agua que debió haberles calmado la sed, se le entregó incluso con dádivas a la industria del carbón para garantizar sus operaciones. Insisto cinco mil niños wayuu fueron asesinados en el nombre del desarrollo, (enfatiza) corresponden a una generación de mi pueblo”.
Según cifras entregadas en 2022 por la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), la región ya acumula 5.320 muerte de niños y niñas por desnutrición, mientras que otros 16 mil estarían en estado de desnutrición.
Un paso natural, del activismo a la política
El rechazo a todo lo que implica el término de refugiada le ha permitido, según ella, ciertas libertades. “Yo trabajaba en limpieza de casas, en la cocina de restaurantes y bares. Este trabajo me permitía vivir, alternar el activismo, el trabajo de apoyar mujeres indígenas en todo el mundo, pero además apoyar a mi mamá económicamente”.
“Desde siempre estábamos haciendo trabajo de activismo con un grupo de colombianos. Desde el 2018 se consolidó aún más, llegó más gente”, asegura la novel legisladora.
La idea de hacer política venía incubándose desde que su visión de la defensa de los DDHH se amplió a temas como el racismo, el medio ambiente y las luchas feministas.
Con humor habla de que “en la Guajira se cometían todos los delitos electorales tipificados por el CNE y si no los sabían se los inventaban. A mí no me interesaba hacer política en ese contexto. En Suiza estuve involucrada con el movimiento por el clima, con el movimiento feminista”. Esto empezó a generar un cambio en ella.
Ver también: La víctima del conflicto que lleva 24 años en la búsqueda de su hermano desaparecido en Colombia
En el 2018 empezó a pensar que “aquí hay que hacer algo. Me llamó la atención el discurso de Gustavo Petro de la transición energética, es un tema que las mujeres wayuu hemos hablado desde hace 22 años”, pero afirma que el mandatario electo “tiene una claridad mucho más amplia dentro de la geopolítica mundial y cuál es el papel de Colombia frente a la transición energética en el mundo”.
En el 2019 fue escogida por gremios de mujeres migrantes para que leyera un discurso en la Plaza Federal de la capital suiza, Berna, un 19 de junio, durante una huelga feminista que congregó, en un país pequeño y conservador, a cerca de 600 mil personas. “Esto fue impresionante, porque nunca antes había visto en Suiza tantas mujeres en la calle”.
Intentaba sobrevivir en un país ajeno y sin muchas oportunidades. A pesar de su desarrollo, afirma que “los blancos privilegiados si pueden vivir del activismo con nuestras voces”, ya que “las organizaciones con staff que tienen dinero, trabajan para producir informes con lo que nosotros producimos y el dolor de las comunidades”. Mantenía su deseo de hacer política social en Colombia, retomar el activismo.
En abril de 2021, en plena pandemia, la ahora congresista afirma que la llamaron para contarle que buscaban personas para la circunscripción internacional en las elecciones de 2022.
“Yo misma tenía dudas” recuerda. Si bien sabía que existía la curul de colombianos en el exterior, no sabía cómo era esa mecánica electoral. Al principio ofreció apoyar a nombres de líderes en el exilio en Francia, Suiza, España, pero la espina se mantenía y crecía. “Lo consulté con mi familia, con mi hermano, con mis hijes, con el movimiento en Suiza - Entre 2016 y 2018 fundamos Las Nadie, estrategias feministas de mujeres colombianas para vivir en Suiza. Llegamos a la conclusión de hacer el ejercicio político, a pesar de que veíamos que no teníamos chance”.
Entonces aceptó ser la candidata del movimiento Colombia Humana. Empezó el proceso político y participó cinco consultas internas, de la Colombia Humana Internacional y la Red Internacional de Nodos, luego con el Pacto Histórico”, para llegar a encabezar la lista abierta en las elecciones legislativas del 13 de marzo. La lista de la coalición sacó 36 mil votos. “ Yo saqué 14.700 votos”.
La representante de los expatriados
La labor política en el Congreso ahora está por encima de sus preocupaciones de seguridad. Ella se radicará en Bogotá mientras su familia permanecerá en Berna.
Si bien su labor desde la campaña se ha centrado en un programa completo “por la migración colombiana, porque una de las cosas que te das cuenta es que hay oleadas de expulsión del país. Desde hace tres años hemos enfrentado una nueva que ha sido mucho más grande exponencialmente”.
Su objetivo es ayudar a los expatriados y es consciente de que la realidad que viven es muy diversa. “La colombianidad en el exterior empezó a poner la agenda, porque yo vengo de construir procesos desde la base. Vengo de procesos de trabajar con la gente, de no estar por encima de nadie, en lo posible tratar de trabajar de manera horizontal”.
Asegura que a través de zoom, por la falta de recursos, “nos reunimos con un espectro de colombianidad muy amplio en el exterior”. Con su equipo construyó el programa ‘Por el buen vivir y los derechos de la migración colombiana’ con el que se busca garantizar los derechos de los migrantes, porque asegura “que el Estado colombiano no los reconoce. De manera normalizada, recurrente, se está expulsando a la colombianidad porque aquí no hay garantías de derechos, a la alimentación, educación, vivienda. La gente prefiere aventurar a irse”.
Busca un “censo poblacional de la migración colombiana”. Afirma que las últimas cifras oficiales si bien indican que “somos más de cinco millones en el exterior”, al hacer campaña política en Estados Unidos y España se enteró, en el caso del país ibérico, que las oficinas de migración han registrado recientemente la llegada de al menos 600 mil colombianos que "no han reportado su salida”, mientras que en EEUU, la gente les ha dicho que “cerca de 14 mil colombianos han cruzado la frontera terrestre”. Por esto no descarta la existencia de una crisis migratoria que se acerca a lo que pasa con venezolanos en diversos países latinoamericanos.
De igual forma busca contribuir a que los colombianos no salgan del país con desconfianza en las instituciones que velan por ellos afuera, y que los consulados y embajadas funcionen.
“Nos dimos cuenta que hay una diplomacia untada de mermelada, clientelismo y corrupción. Queremos trabajar, a partir de una reforma consular y del sistema diplomático para que las personas que lleguen a esos cargos sean realmente formados y formadas para atender a la ciudadanía y no para garantizar puestos con sueldos en casas comparadas con resorts cinco estrellas”.
Agrega, “es importante mejorar la atención a la ciudadanía, poner a funcionar los consulados, para garantizar que la gente pueda sentirse respaldada por la representación del Estado”.
Por esto apoya totalmente al nuevo Gobierno, porque afirma que hay una “ola de motivación”, tanta que, asegura, no se han posesionado y “ya están exigiendo resultados”.
Por eso hicieron un informe de rendición de cuentas, para hablar sobre el tema del “empalme social, de la necesidad de involucrar al pueblo, en el Gobierno del pueblo, para tomar las decisiones del país que queremos construir”.