Mauritania, el país donde todavía hay esclavos
El 20% de la población mauritana vive en condiciones de esclavitud, mientras este fue el último país en criminalizarla en 2007. Una lucha étnica es la base de este fenómeno con trascendencia internacional.
BOGOTÁ
Por Maria Paula Triviño
Hace tres décadas, Mauritania despojó de la ciudadanía a muchos de sus residentes negros, una medida que fue condenada por la comunidad internacional y que tiene fuertes raíces racistas en el país del Sahel.
Tras las conquistas árabes en el siglo VIII, esta región ha sido dominada por los Bidhan o Moors blancos que crearon un sistemas de castas cuyo último renglón era ocupado por los Haratin, la población negra que provenía de los descendientes originales del Sahara.
Desde entonces, los Haratin -que hoy representan el 40% de la población o 1,5 millones de personas- empezaron a servir a las familias Bidhan y la condición de esclavo se heredaba por vía materna.
En 1981, Mauritania fue el último país del mundo en abolir la esclavitud y solo hasta 2007 la volvió ilegal. Pese a los compromisos establecidos con la comunidad internacional y el negacionismo del Gobierno mauritano, allí todavía existe la esclavitud.
De acuerdo con organizaciones locales como el IRA y SOS Slaves que lucharon en las calles para lograr la abolición de la esclavitud hace 39 años, alrededor del 20% de la población mauritania sigue viviendo bajo algún tipo de esclavitud.
Cerca de 700.000 miembros de la etnia haratin no tienen identificación y no pueden hacer que sus hijos estudien, mientras que en los ámbitos rurales y del servicio doméstico muchos aún pertenecen a ‘maestros’ esclavistas.
Esta cifra representa que uno de cada dos haratines es obligado a trabajar en granjas o casas particulares sin gozar de libertad, educación o salario. Incluso, se crearon trabajos que deben ser ocupados únicamente por esta casta, como recogedor de basura o carnicero.
En la vida pública, los moors también tienen mejores salarios, trabajos en el Gobierno y representación política. De hecho, solo fue hasta 2019 cuando Biram Dah Abeid se convirtió en el primer hijo de un esclavo haratin en convertirse en candidato presidencial en Mauritania.
Aunque la mayoría de sus potenciales votantes no pudieron ejercer el derecho al voto por no contar con identificación, Abed es una importante figura de la oposición. Es el presidente del partido Iniciativa para el Resurgimiento del Movimiento Abolicionista (IRA) y ha sido seleccionado por la revista TIME como una de las 100 personas más influyentes del mundo.
Otras de las grandes amenazas a la libertad humana en Mauritania es el matrimonio de niñas y adolescentes, una condición que se ve empeorada cuando sus madres son esclavas, y también el fenómeno del tráfico de niños para la mendicidad.
Ver también: ¿Quiénes están detrás del nuevo conflicto que amenaza con desestabilizar a Etiopía y todo África oriental?De acuerdo con el Índice Global de la Esclavitud de 2018, que mide el trabajo forzoso y el matrimonio de niños y adolescentes, cerca de 90.000 personas viven como “esclavos modernos” en Mauritania y desde 2015 se han creado tres tribunales para judicializar algunos casos gracias a la ley que penalizó la esclavitud hereditaria e impuso penas de hasta 20 años de prisión y multas de hasta cinco millones de MRU (USD 135.140) a quien cometa este delito.
Sin embargo, ningún dueño de esclavos o traficante está en la prisión; muchos han apelado las decisiones de los tribunales y solo hay 10 casos pendientes, de acuerdo con ‘2020 Trafficking in Persons Report: Mauritania’, realizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Según el Departamento de Estado, el Gobierno mauritano no ha hecho lo suficiente para acabar de raíz con la esclavitud. A los tribunales antes mencionados no se les han entregado los fondos suficientes para realizar investigaciones, mientras que carecen de personal capacitado. Incluso, muchos funcionarios del Gobierno bajo amenazas o sobornos de antiguos amos, les piden a los exesclavos que usen la mediación en lugar del sistema judicial para terminar con la esclavitud hereditaria.
La conducta del Gobierno también fue criticada en el último reporte entregado por la Organización de Naciones y Pueblos No Representados (UNPO) e IRA en julio de 2020, en el que se evidencia la falta de equidad para permitir que los haratin posean tierras, reclamen dotes de sus matrimonios o hereden propiedades o posesiones de sus familias.
Irónicamente, después de que se instauró la Ley antiesclavista de 2015, el país presentó la mayor tasa de encarcelamientos y torturas de activistas de derechos de antiguos esclavos. De hecho, la Ley de No Discriminación y Criminalización del Discurso de Odio de 2018 se volvió en contra de los defensores de los derechos humanos bajo una disposición que criminaliza a cualquier persona “que haga declaraciones infames contrarias a la doctrina oficial de la República Islámica de Mauritania”, cita el informe de UNPO e IRA.
Mientras tanto, el Gobierno mauritano niega que haya esclavitud y acusa a IRA de socavar las diferencias sociales en el país.
Impacto internacional
Desde hace cuatro décadas, cientos de mauritanos escaparon de las garras de la esclavitud convirtiéndose en refugiados y migrantes de países como Estados Unidos, Alemania y Nigeria. A pesar de que muchos lograron convertirse en residentes permanentes en esas naciones de acogida, los que permanecen ilegalmente se encuentran en un limbo jurídico, ya que Mauritania no tiene tratados de deportación con muchos países y estos pobladores no eran considerados como ciudadanos debido a su herencia esclava o el color de su piel.
Un documento de identificación les permitirá a miles de habitantes ser reconocidos como mauritanos, identificar por primera vez cuántos años tienen y recibir algún tipo de compensación económica por los daños cometidos a sus familias anteriormente esclavas.
A este pasado de esclavitud que enfrentan los haratin se sumó la COVID-19, que ha impactado especialmente los puestos de trabajo que ellos ocupan. En marzo de este año, el presidente mauritano, Mohamed Ould Ghazouani, impuso fuertes confinamientos para detener la pandemia, por lo que muchos miembros de esta etnia se vieron obligados a dejar sus trabajos como vendedores ambulantes de comida o en el servicio doméstico para evitar la propagación del virus.
Mientras tanto, la comunidad internacional no ha reaccionado a la esclavitud en Mauritania como lo hizo con el apartheid en Sudáfrica y en febrero de 2020 el país se adhirió al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, pese a que los activistas destacan su continuo fracaso para detener la esclavitud.
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