Olvidados y lejos de los hospitales, los indígenas del Amazonas están muriendo por COVID-19 a un ritmo alarmante
Con cerca de mil contagiados, crece la preocupación entre las comunidades indígenas de Brasil, que casi no tienen acceso al sistema público hospitalario y que perdieron a uno de sus principales caciques.

SAO PAULO, Brasil
Por: Federico Cornali
Con 24.512 muertes registradas y 391.222 casos confirmados, Brasil se encuentra actualmente en el ojo de la tormenta del coronavirus, siendo el segundo país del mundo con mayor cantidad de casos, solo por detrás de Estados Unidos.
Desde el pasado 11 de marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia, la escalada del coronavirus no hizo más que desnudar las carencias de las comunidades históricamente desamparadas, que son las más vulnerables y de inmunidad más baja.
Tal es el caso de las comunidades indígenas, donde las personas se han criado sin haber estado expuestas a ningún patógeno y en las que “su bajo estatus socioeconómico implica muchos más problemas crónicos de salud", según explica Lisa Sattenspiel, profesora de antropología de la Universidad de Missouri.
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En ese sentido, los poblados indígenas son el principal ejemplo de la negligencia estatal. Casi sin acceso al sistema público hospitalario y con dificultades para realizar la cuarentena y protegerse del ritmo frenético del virus, estas comunidades viven momentos críticos.
“Tenemos un Gobierno al cual no le importan las comunidades indígenas. Le temo a un genocidio y quiero denunciar eso al mundo entero. Tenemos un presidente que no valora esa cultura, que solo piensa en el autoritarismo, y eso que se está haciendo aquí, en mi región, es un crimen contra la humanidad”, dijo Arthur Virgilio Neto, alcalde de Manaos, capital del estado de Amazonas, en un video difundido por su equipo de prensa, en el cual critica abiertamente la posición del gobierno federal liderado por Jair Bolsonaro.
Según el boletín epidemiológico de la Secretaría Especial de Salud Indígena (SESAI), hasta este miércoles 27 de mayo se registran 905 casos de COVID-19 confirmados entre las diferentes comunidades del país. Además, ya son 42 los muertos y hay 321 casos bajo sospecha.
En contraposición a los datos oficiales de la SESAI, las estadísticas actualizadas por parte de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) aseguran que la enfermedad COVID-19 ya mató a 130 indígenas y contaminó a 987 de 44 etnias de todo el país.
Lejos de los principales hospitales y sin infraestructura básica, los indígenas de Brasil están muriendo a un ritmo alarmante a medida que el coronavirus avanza por sus territorios.
Según los números que presenta la APIB, la tasa de mortalidad entre los indígenas afectados por el coronavirus es del 12,6%, casi el doble de la tasa del resto de la población brasileña (6,4%).
Entre tanto, la directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne, informó la semana pasada que los casos de COVID-19 en la cuenca del Amazonas, que alberga más de 2.400 territorios en ocho países, ya ascienden a 20.000.
Según la SESAI, las regiones más afectadas por el coronavirus son Alto Solimoes, en Amazonas, con 286 casos confirmados y 19 fallecidos; Manaus, en el mismo estado, con 80 confirmados y dos muertes y, por último, Ceará, en el nordeste brasileño, con 93 confirmados y dos fallecidos
“Las comunidades indígenas no están preparadas para el coronavirus, lo que significa que los afectados necesitan ser trasladados a complejos hospitalarios ubicados a largas distancias de las aldeas”, dijo Joenia Wapichana, primera congresista indígena de Brasil.
Según un estudio realizado por InfoAmazonia, una organización sin fines de lucro, la distancia promedio entre las comunidades indígenas y las unidades de terapia intensiva (UTI) es de 315 kilómetros. Para un 10% de esas aldeas, la distancia llega a ser de 700 a 1.079 kilómetros.
“De cualquier forma, una vez que llegan a los centros urbanos, precisan competir por hospitales, camas en las UTI (Unidades de Terapia Intensiva) y equipamiento, porque no hay suficiente para todos”, cuenta Wapichana.
La SESAI atiende a una población de 760.350 indígenas de todo el país, divididos en 34 distritos sanitarios especiales (DSEI). En la Amazonia legal, 25 distritos sanitarios atienden a 433.363 personas de pueblos originarios.
El 25 de marzo pasado, una agente indígena de salud, de 20 años, fue contaminada por un médico que trabajaba en el Distrito Sanitario Indígena Alto Solimoes, en el municipio de Santo Antonio do Içá, en el estado de Amazonas, ubicado a 878 kilómetros de la capital, Manaos. Ese fue primer caso confirmado de coronavirus entre pueblos originarios según la SESAI.
Matheus Feitosa es el médico en cuestión, y forma parte de un equipo de profesionales del DSEI Alto Solimoes que atiende a 237 aldeas. “Debo haberme contagiado durante un viaje que hice a los estados de Santa Catarina y Paraná, o también puede ser durante mi trayecto en lancha hasta Santo Antonio do Içá”, explicó.
Días antes del primer caso oficial, el 19 de ese mismo mes, Luisa dos Santos Lobato, perteneciente al pueblo Borari, en Santarém, Pará, falleció a los 87 años por COVID-19. Su muerte no figura en las estadísticas de la secretaría especial porque la anciana no vivía en una aldea reconocida por la Fundación Nacional del Indio (Funai) y porque no tenía cobertura médica del Distrito Sanitario Especial Indígena.
El contagio de la agente encendió la alarma entre los pueblos de la etnia kokama, los indígenas más afectados por la pandemia hasta el momento, con 37 fallecidos por coronavirus distribuidos entre Brasil, Perú y Colombia.
“Hablando solo de la etnia kokama, el COVID-19 mató, recientemente, a 12 parientes que viven en comunidades. Cómo no decir que fue una omisión. Nosotros, como líderes, estamos haciendo nuestra parte; esperamos que los gobernantes hagan la suya”, denunció la Asociación de Indios Kokamas residentes en el Municipio de Manaos (AKIM) mediante una declaración oficial.
La SESAI estima que la población Kokama en la Amazonia es de 14.300 personas. Sin embargo, este número no es cercano a la realidad, debido a que excluye a los indígenas de la etnia que viven en zonas urbanas como los municipios de Manaos, Alto Solimoes, Tabatinga y Santo Antonio do Içá.
Los kokama son un pueblo originario de la triple frontera (Brasil, Colombia y Perú), con fuerte presencia en el Alto Río Solimoes y en el Medio Río Solimoes, llegando hasta el Bajo Río Negro, en Manaos.
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La mayoría de las muertes entre los kokamas se encuentra entre la franja etaria que va de los 60 a los 70 años, según relata un informe llevado a cabo en conjunto entre la Asociación de los Indios Kokama residentes en Manaos (Akim) y la Federación Indígena del Povo Kukami Kukamiria de Brasil.
Uno de los casos más resonantes entre los indígenas fallecidos en Brasil por coronavirus fue el de Messias Martins Moreira Kokama, cacique fundador de la Comunidad Parque de las Tribus, el primer barrio indígena de Manaos, inaugurado en 2014, donde residen 700 familias de 35 etnias (unas 3.000 personas), que hablan 14 lenguas.
El cacique Messias Kokama pasó poco más de una semana internado en el hospital Delphina Aziz, en Manaos. Los test que le realizaron dieron positivo para COVID-19. El golpe de su muerte fue devastador no solo para los kokama, sino para toda la comunidad indígena amazónica.
“La muerte del Cacique Messías fue muy dolorosa para nosotros, era un líder de mucho coraje, que tuvo que dejar a su familia por este sueño del Parque de las Tribus, el lugar para la comunidad indígena en un contexto urbano. Por ello, tuvo que enfrentarse al Estado, a las grandes empresas que pretenden nuestro territorio y al narcotráfico, que siempre nos amenazó. Además, nos devolvió la cultura, nuestras lenguas, nuestra producción”, cuenta Vanda Ortega, técnica en enfermería y estudiante de Pedagogía, de 32 años, perteneciente a la etnia witoto.
“Parque de las Tribus es nuestro territorio sagrado y con la llegada del virus estamos viviendo días muy difíciles. Pero antes del COVID, el hambre ya castigaba a la comunidad que, en su mayoría, vive de la artesanía. Horas después del decreto de aislamiento social, ya no teníamos qué comer, porque ya no podíamos vender las artesanías fuera de la comunidad”, dice Ortega.
“Frente a la ausencia de la SESAI y del Estado, me puse a disposición de quienes estuviesen con los síntomas del virus dentro de la comunidad. Al principio, me llamaron uno o dos, después pasaron a ser 30, 40, y el número sigue en aumento”, cuenta Vanda.
“Cuando reporté el primer caso grave al Servicio de Emergencias (SAMU), se resistieron a hacer el servicio alegando que es la SESAI quien atiende a los indígenas. Le expliqué que como vivimos dentro del perímetro urbano, ellos tampoco nos atienden”, recuerda Ortega. “De todas formas, no nos hicieron caso. Nos niegan nuestra identidad todo el tiempo, el Estado es muy negligente con nuestra comunidad. Cuando hay un caso grave, yo misma tengo que llevarlos hasta la UPA (Unidad de Pronta Atención), con el riesgo que eso conlleva. Es muy triste”, agrega.
Vanda Ortega se transformó en una de las voces más activas dentro de la comunidad indígena amazónica al protestar, junto a otras dos mujeres, con los rostros pintados y máscaras médicas frente a Nelson Teich, quien en ese entonces era el ministro de Salud de Jair Bolsonaro. “¿Dónde está el hospital federal?”, decía el cartel que sostenía.
“Tuve la oportunidad de decirles todo lo que quería, de expresarles la necesidad de nuestra comunidad”, relata la enfermera. El resultado de su insistencia fue el envío de una ambulancia por parte de la municipalidad de Manaos, además de la atención en el Centro Médico Samel para los casos graves dentro de la comunidad.
El coronavirus expuso aún más la situación de algunos pueblos de la Amazonia, sometida a la devastación ambiental que lleva a la multiplicación de los casos, no solo de COVID-19 sino de otras enfermedades. Esto, debido a que los empleados que participan en esas devastaciones son los que acercan las enfermedades a las comunidades aisladas, además de, en muchos casos, maltratar a los indígenas cuando se encuentran con ellos.
Este último domingo 24 de mayo, el alcalde de Manaos, Virgilio Neto, garantizó, en presencia del cacique Miqueias Moreira (hijo del fallecido Messias), que el hospital de campaña municipal Gilberto Novaes, en Lago Azul, zona norte de la ciudad, “está de puertas abiertas para darle salud y derecho a la vida a las comunidades indígenas”.
“Mi padre fue para otro hospital, lo entubaron y murió. En este hospital municipal estamos con 18 indígenas de la comunidad y estoy viendo con mis propios ojos su recuperación. Estamos agradecidos a los que nos dan esta oportunidad que mi padre no tuvo”, dijo Miqueias.
Este lunes 25 de mayo, la alcaldía de Manaos prometió distribuir más de 400 cestas básicas entre los habitantes de la comunidad Parque de las Tribus.
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